20 de diciembre de 2007

el fakir timorato practica su nuevo truco con las luces apagadas

Eres la mujer ovillo. Un foco azul te ilumina y miras un poco a todas partes, como si estuvieras perdida pero al mismo tiempo segura del terreno que pisas. Avanzas un paso, retrocedes dos, y en alguna parte del baile cierro los ojos por temor a ver cómo te desvaneces. Supongo que siempre preferí despertar con una nota sobre la almohada, o carmín en el espejo del baño. Deja de sonar la música pero tú sigues ahí, atrapando el instante, saboreándolo antes de dejarlo marchar. Cuando los aspirantes dejen caer sus abrigos a tus pies, recuerda que el único remedio consiste en abrir el libro correcto por la página incorrecta. Escuchas los halagos que no necesitas como si fueran un conjuro contra la tormenta, esta tormenta frágil, que apenas te acaricia y se rompe en mil pedazos, dejándote seca por fuera pero terriblemente lejos por dentro. Al final sólo quedarán los retazos: el mapa de carreteras de un país impronunciable, el esqueleto en el armario y los antifaces sobre la hierba recién cortada del jardín. No hay alternativas cuando tu voz puntual parece quebrarse, no hay escudos ni trinchera en la que resguardarse. Eres la hora del hielo, la espalda desnuda contra el piano. La explosión silenciosa cuya onda expansiva me arrastra a mil kilómetros. La mujer ovillo.

14 de diciembre de 2007

electricidad estática

Desordenaban la lluvia pintándola de colores vivos, mientras daban una vuelta tras otra a la manzana. Los dos sonreían al aire y eran indestructibles. Antes no lo habían sido tanto. En otro momento, él había sido incapaz de finalizar una sola historia: todo cuanto tocaba se consumía como una vela ardiendo. Ella había deshecho demasiados relojes, como en esos cuadros de Dalí. Ninguno de ellos tenía demasiada esperanza en que las cosas fueran a ser muy diferentes en un futuro inmediato. Pero, por un momento, frente al escaparate, no importaba nada, nadie iba a echarles en cara su fea costumbre de no bajar los brazos, de sonreír al brillo de las balas. Habían tardado en descubrir que no podían volar; por más que lo intentaran, por más señales que buscasen; sólo conseguían estrellarse una y otra vez contra el suelo. Y cada vez el golpe había sido más fuerte, porque nunca aprendieron a encajar en las condiciones de presión y temperatura adecuadas. Pero las cuerdas no se tensan para siempre: afortunadamente, este baile sólo les pertenecía a ellos, y por nada del mundo se dejarían arrebatar ese brillo fugaz e instantáneo que emitían, como un guiño eléctrico. Una barrera de viento impedía que se acercaran un poco más, sólo lo necesario; pero cuando sonó la campana, todavía estaban en pie, dispuestos a soportar un último asalto. No quedaba otra opción, al menos mientras continuara lloviendo.

12 de diciembre de 2007

minutos musicales

No había oído hablar de ese grupo en mi vida, pero si eres tú la que sujeta el folio para que alguien haga la foto, tiene que merecer la pena, sin duda. Con la uña de tu pulgar pintada de rojo, no podía ser de otra manera, y esa lista interminable con nombres de canciones que nunca escuché… ¿Qué estaba haciendo yo en ese momento? Bueno, estaba algunas millas más al norte, en un arcén olvidado de la carretera más secundaria que puedas imaginar. En mitad de la noche, sin luces artificiales para ayudarme a encontrar el camino de vuelta tras otro concierto. Uno distinto, en el que al menos sí conocía las canciones. Saltando con los ojos cerrados, sin saber muy bien si hacia arriba o hacia abajo. Guiñándole el ojo al espejo del baño. Enterrando las yemas de los dedos en el fondo del bolsillo. Cerrando el corazón cuando el chico besa a la chica. Arrancando páginas de libros prohibidos y dejándolas morir cruelmente sobre el asfalto. Olvidando la palabra adecuada para huir. Inventando la frase perfecta para volver a arrancar el motor. Tratando de cerrar todas las puertas del submarino antes de empezar a abrir las ventanas.

6 de diciembre de 2007

random

Cuando acaban los títulos de crédito iniciales, cada personaje busca una forma más o menos original de presentarse, de resumir su pasado y su presente en unas pocas líneas de diálogo. Algo que suene natural, nada forzado. Y por supuesto, los protagonistas vacían su mochila frente al público. Hay un intercambio de restos de naufragios anteriores, pequeñas baratijas convertidas en grandes tesoros cuando se miran con la lente precisa. La banda sonora de estas primeras escenas es fundamental, para que el espectador se sitúe a uno u otro lado del puente que está ahí, invisible, pero inmenso, y por tanto es obligatorio atravesar. Si permites que sea el azar el que elija el sonido de fondo, te arriesgas a que las cuerdas de colores se enreden inevitablemente. Pero eso no tiene nada de malo, sólo le añade emoción a un montón de palabras lanzadas al aire cargado de humo. El telón no puede caer hasta que todos los actores han salido del plano. Y el nueve era un número cargado de significado en otro tiempo; basta con fijarse en los set-lists adecuados, o abrir el libro por cualquier página y saber interpretar las pistas. De modo que de alguna forma tenía que estar presente esa cifra, encabezando la escena, aunque este es tan sólo el primer o el segundo capítulo.
En el plano final, cuando vemos al protagonista girarse, subirse las solapas de la chaqueta y caminar calle abajo, descubrimos pelusas rojas en sus vaqueros, y un poco de polvo en sus botas. Son las condecoraciones silenciosas, el corazón púrpura de una noche de diciembre en la que el ascensor sólo llega hasta el séptimo piso y un gato negro acaba teniendo siempre la última palabra.

29 de noviembre de 2007

Keith grita You got the silver

y como siempre, dice la verdad. Tú te estremeces como una lágrima recién nacida, sólo una, porque no hay espacio para dos en este rincón del mundo. Me dejo llevar con cada uno de esos gestos diminutos que tan sólo tú interpretas como si estuvieras sobre un escenario, esas pequeñas sonrisas que vas dejando aquí y allá y que hacen que cada semana comience siempre en festivo. Nos arrastramos corriente abajo, entre la gente que pasea despreocupada, y me detengo un instante en un giro de tu flequillo; por cierto, mejor con flequillo. Y no hay mucho más, simplemente van pasando los segundos y no nos damos cuenta, ni siquiera nos importa, porque no tenemos nada mejor que hacer. Ni aunque pudiéramos hacer lo que nos apeteciera, cambiaríamos de postura. Llámalo como quieras, pero es el tiempo de las fresas, y merece la pena atrapar la ola mientras todavía somos capaces de reconocernos en los escaparates, sin que aparezcan voces en off ni se estropeen los colores de mi bufanda de mil rayas, ni desaparezca para siempre tu forma de mirarme. Cuéntame algo que nunca haya ocurrido, invéntanos un pedacito de futuro incierto. Detengamos el tiempo, y las puertas de embarque quedarán huérfanas del olor de tu pelo.

20 de noviembre de 2007

el hombre de hojalata

Trato de escapar de las cadenas de montaje y siempre busqué moverme al ritmo de la música sin conseguirlo; así que en día a día prefiero el latir del corazón a los relojes atómicos: siempre sobre el alambre, a veces acelerando y otras veces a punto de detenerse. No pretendo romper la baraja y llevarme los trozos, pero sólo tengo un único escaparate y guardo los mejores momentos en el almacén. Por eso de vez en cuando ves un reflejo oscuro, o una mirada que no comprendes, que sólo representa un instante nublado en plena tarde de verano. No puedo demostrar más heridas de guerra que las que ves; no son demasiadas y seguramente tú tienes más. Pero cada uno decide a qué velocidad navegar, y luego sopla el viento y reajusta los nudos a su antojo. No le busques un destino a cada gesto, hay trenes que simplemente salen de la estación y nunca llegan a ninguna parte. Dices que el tiempo se puede parar... sólo hay que respirarte. No aspiro a subastar clases prácticas de supervivencia; sólo pretendo no tener que mojarme más de lo estrictamente necesario cuando se rompan los diques.

12 de noviembre de 2007

el número de Reynolds

Alguien me dijo que debemos acostumbrarnos al dolor que supone darnos cuenta de las cosas. De todo lo que nos rodea, nos hace soñar despiertos, nos enciende luces y después las apaga de golpe, dejándonos todavía más a oscuras de lo que estábamos antes. Percibimos sensaciones que nos permiten seguir respirando, pero también tienen un lado espinoso que podemos clavarnos en un descuido. Un día me desperté lleno de colores, con un mensaje que transmitir, pero de repente estaba vacío de nuevo, en mitad de la calle desierta y con el frío calándome en los huesos. Sólo pasaron un par de semanas entre la cima y el barranco, fue un descenso bastante repentino. Es una sensación a la que más nos vale acostumbrarnos rápidamente si no queremos pasarnos el resto de nuestros días arrastrándonos por la rutina, escribiendo canciones tristes y pensando en todo lo que podríamos estar haciendo ahora. Desapareces y yo no tengo ninguna miga de pan que seguir, aquí las baldosas dejaron de ser amarillas hace tiempo, y tú eres la única persona que conoce el camino de vuelta; si me preguntaras estarías perdiendo el tiempo. Me quedé sin llaves tantas veces que tuve que inventar nuevos hogares, en cada esquina afilada del silencio; dudo que pueda acoger a nadie más entre mis papeles arrugados. Sólo soy capaz de inventar puertas y ventanas que abrir, pero esto no es una película y tú no vas a aparecer de pronto, cansada y sonriente, recortándote en el horizonte rojo. Esta vez no.

1 de noviembre de 2007

el aviador

Tenías una constelación en el cuello y yo giraba a tu alrededor, buscando la cadencia adecuada, el ritmo secreto para acompasarme a tus sonidos. Las velas ardían despacio, y tú no querías creer los pequeños retazos de vida que asomaban en los gestos más sencillos, como si fuera necesaria una máscara para enfrentarse al peligro. Nos rodeaban las visiones enigmáticas, que convertían cada minuto en un largo plano secuencia sin las omnipresentes líneas de diálogo, pero cargado de significado. Y después de todos los fuegos de artificio, detrás de los telones, estábamos nosotros, vulnerables, bajando las escaleras, escenificando la fotografía del freewheelin´, dejándonos contagiar por el frío y la noche; tú buceando en las profundidades de las palabras para encontrar una explicación coherente, yo demasiado cansado para tomar ninguna iniciativa, simplemente respirando hondo y aprovechando los momentos adecuados para tratar de abrir un poco más la ventana. Con el silencio más inesperado, o a veces tras el escudo del vaso vacío, pero siempre buscando las estructuras más complejas para pronunciar las palabras esenciales. Tu sinfonía interior, y mi acorde disonante e inoportuno, al final del penúltimo compás.

24 de octubre de 2007

coordenadas cartesianas

Recuerdo el momento como si hubiesen pasado dos minutos desde entonces, y no dos años. Tal vez tres. Tú llevabas el abrigo verde con los botones rojos, el pelo recogido, y yo intentaba mi enésimo aterrizaje de emergencia volando con un solo motor y sin la gasolina suficiente. Sonreíamos mirando al suelo, tratábamos de aprender de memoria el manual de instrucciones, de retener cada segundo respirado junto al otro. Entonces te giraste, como buscando un refugio, y me abrazaste con fuerza. Yo me mecía despacio, aspirando tu aroma con intensidad. Había un poco de desesperación en aquel gesto; quería creer que en algún lunar de tu clavícula derecha se escondía la solución a todos mis problemas, pero no tenía la menor idea de dónde estaba la solución a tus propios problemas. En mi clavícula no, desde luego. En ese instante entró un tren en la estación y la atravesó sin detenerse; cuando pasó a nuestro lado noté el viento caliente surgir como un fantasma por encima de tus hombros, rodeándonos, fundiéndose en nuestro abrazo largo, y volviendo a escapar junto con el último vagón. El resto de personas en el andén seguían esperando, leyendo el diario, o mirando las pantallas de información; una parte de nosotros ya no estaba allí, y no volvería a aparecer nunca más. Algo de lo que habíamos sido hasta entonces se perdió en la oscuridad de aquel túnel, y otra vida nació en ese chispazo de energía. Ahora, cuando llevo varios días dando vueltas sin encontrar la salida del laberinto que yo mismo he construido, bajo a aquel andén y recorro paso por paso el camino para volver al punto donde me abrazaste. Donde tomamos el desvío que nos ha traído hasta aquí.

22 de octubre de 2007

empezó a bailar

Empezó a bailar, y yo desperdicié mi tiempo y el suyo persiguiendo sueños rotos. En el fondo estaba vacío por dentro, sonaba a hueco, y nada podía evitar que me cayese una y otra vez desde el decimoquinto piso tan sólo por tratar de acariciar una estrella fugaz. Y al final siempre ruedo por el suelo sin necesidad de cuenta atrás; soy el nudo capaz de meter la pata y perder los sentimientos a las primeras de cambio; por eso la princesa de los besos a medias protesta y con razón. Aún así, guardo todavía el sabor a fotograma que me dejó aquella noche, y cuando la despojo de disfraces, puedo ver su verdadera dimensión. Me gustaría pensar que lo mismo que puedo hincar las rodillas en el barro y escupir veneno tan a menudo, estaría muy bien tener la capacidad para guardar silencio en los momentos adecuados, no disparar contra quien no lo merece y no tener que desandar el camino de vuelta a casa con la derrota grabada en la frente.

20 de octubre de 2007

contepomi

La chica era capaz de hablar durante horas, tocaba todos los temas y en todos desarrollaba sus tesis con idéntica profundidad. Si comentabas algo acerca de la música que estaba sonando, debías estar preparado para una catarata de nombres, apellidos y valoraciones personales: de Gershwin a Bach, en seis pasos, tocando de refilón a Springsteen y Nick Cave. Sobre cine también tenía mucho que contarte: la evolución de las formas plásticas en la segunda mitad del siglo pasado, cómo habían ido cambiando los guiones en favor de la interpretación… todo esto iba acompañado de botellines de Quilmes, lo que le daba a la atmósfera un aire transitorio, como de sala de espera en un aeropuerto internacional. No podía parar de hablar. Y tú te cansabas de fingir interés, pero ella parecía no notar la actitud, aunque todos los demás te daban con el codo y te guiñaban el ojo. Sonaba “Dead flowers”, y te veías envuelto en una discusión acerca de las ventajas y desventajas de la afinación abierta. No había nada que tú hicieras que ella no hubiese experimentado con anterioridad, no quedaba ningún lugar en el mundo sin pisar. Estaba claro que esa noche, tu trabajo era soportar estoicamente en la retaguardia mientras la estrella del equipo anotaba todos los puntos. Pero lo peor llegó cuando cerró el bar en el que estábais, y tuvisteis que trasladaros a otro cercano. Entonces empezó a bailar.

9 de octubre de 2007

asiento 194, fila 5, preferencia lateral

Corrían la banda en un relámpago rojo, como si verdaderamente nos fuera la vida en ello, aunque claro, a cinco metros de distancia es inevitable sentirse más espectador que protagonista. Nosotros gritábamos, empujando en cada quiebro, soplando si era necesario, y nunca teníamos suficiente, siempre pedíamos más. Tú resplandecías seis asientos más allá, un poco más cerca del banquillo, la chica más rubia de San Mamés; parecías de cristal y de vez en cuando nuestras miradas se cruzaban, en algún gesto de protesta o celebrando el único gol que pudimos marcar. En ese momento de brazos alzados y gargantas ardiendo pensé, nada de esto tiene sentido visto desde fuera: simplemente coincidimos aquí sentados, cada dos domingos, desde hace años, y cada vez me atrapas un poquito más, pero nadie más parece darse cuenta de la luz que desprenden tus ojos. Por eso me pasé medio partido girado hacia la izquierda, aprendiéndote con calma, mientras la electricidad pasaba de largo sin detenerse frente a nosotros. En el descanso permaneciste sentada y sola, mientras los demás nos dedicábamos a desmontar y volver a montar el juego, como un rompecabezas con infinitas combinaciones y ninguna solución correcta a corto plazo. Pero pronto estábamos otra vez envueltos en la vorágine y el ruido, y tú actuabas como si no fueras consciente de la magia que provocabas a tu alrededor. Cuando sonó el pitido final, te busqué una vez más pero estabas a dos mil kilómetros, de vuelta en tu pequeño planeta; de donde sólo desciendes para ocupar tu asiento y mi mente durante 90 minutos. Cada dos domingos.

6 de octubre de 2007

twiggy

Creían que la música les salvaría, habían visto demasiadas películas y ya sabes cómo funciona, todo el mundo te miente con su mejor sonrisa. Por eso no les extrañó ver a la chica llorar; entraban al bar, como cada viernes desde hacía años, pero ella no estaba tras la barra. Se había sentado en una silla y bueno, tal vez no hay nada más triste que ver a una chica así llorando. Parecía la persona más sola del mundo, como si doliese tanto la pena como la sorpresa de sus propias lágrimas. Sin embargo, ellos pasaron de largo, y cuando llegaron al fondo, había otra chica, parecida, dispuesta a venderles su mejor sonrisa, su mejor mentira. Nada importaba demasiado, al fin y al cabo, esto no era más que una canción con un buen riff y todos sabemos que, en la noche del viernes, la letra es lo de menos.

30 de septiembre de 2007

a sangre y hierro

Hay piratas que recogen del suelo las balas que un día me atravesaron, se golpean el pecho con ellas y fingen padecer lo mismo, mientras con la punta de la bota empujan mi cadáver colina abajo. En realidad el fondo del río está cubierto de despojos, de corazones incapaces de soportar otro asalto más, pero siempre aparece algún navegante incauto dispuesto a tomar prestado de aquí y de allá para hacerse una coraza de plástico y esconder la firma en el último cajón. Tu recuerdo me adelanta por la derecha, y lo primero que siento es un sabor dulce y amargo, a sangre y hierro. No tenía ni idea de lo que estabas diciendo, por eso no pude ni siquiera sentarme junto a ti, y cuando comenzaron a llover piedras ya estabas demasiado lejos como para escucharme pedir perdón. Había que estar allí, esperarte junto al metro, prender fuego a los puentes y estar dispuesto a apostarlo todo en la ruleta. Tú lo entendiste antes que yo y pudiste escapar a tiempo. Tu imagen es la bola de demolición en la papelera, no puedes usar el freno de mano a doscientos kilómetros por hora: estas cosas sólo se aprenden cayendo y volviendo a levantarte aunque eres consciente de que no puedes acabar entero. Otros eligen el camino fácil construido a golpe de ratón; así todo queda en familia. Tal vez un buen día traguen saliva y noten la sangre, el hierro. No saben lo que se están perdiendo.

24 de septiembre de 2007

b.s.o.

Iba a decirte que hoy no soy capaz, que no tengo el sonido adecuado en la cabeza, pero siempre funcionas como combustible en forma de palabra, y aquí estoy, dándole vueltas al misterio de un trozo de madera y unas cuerdas, que con la tensión adecuada, son el arma más perfecta en determinados momentos. Y nada puede evitar que nos mojemos cuando las tormentas nos atrapan en un callejón; porque hay cierta clase de cosas que no nos piden permiso, pero sólo nosotros tenemos la habilidad suficiente para zafarnos de la rutina, para hacer desaparecer las nubes a base de conjuros misteriosos que muchos pronunciaron hace años, mucho antes de que tú y yo cruzáramos trayectorias frente a un mapa del metro. Por eso tengo un sonido para cada uno de tus momentos, para que nunca te falle la banda sonora ni creas que bajo tus pies sólo hay precipicio. Siempre hay un acorde escondido en tu sombra.

18 de septiembre de 2007

érase otra vez

La princesa de los besos a medias está acostumbrada al borrón y la cuenta nueva; es experta en empezar de cero y si lo necesitas puede darte un par de clases particulares sobre cómo caer de pie. Nunca se perdió en ninguna tormenta, así que la otra noche cuando la vi aparecer entre el humo y los cuerpos sólo pude sentirme a salvo y tratar de contagiarme con un poco de su magia. Caminaba de puntillas sobre la realidad, sobrevolando el mundo con los hombros desnudos, y todos la miraban y al momento comprendían lo lejos que está de cualquier realidad tangible. Pero los érase una vez siempre esconden la cara oculta de la luna; es relativamente fácil deslumbrarte con el brillo de sus ojos, y entonces sólo te quedas con su sonrisa; es algo tan complicado como intentar descubrir la pieza que falta en el puzzle. La princesa de los besos a medias vuelve a reinventarse una y otra vez cada domingo por la mañana, porque baila tan lejos de todos y de todo que nadie es capaz de entender por qué estando siempre tan bien rodeada se siente tan sola.

11 de septiembre de 2007

track 9

Recuerdo la oscuridad de una sala de cine y tu cuello eterno latiendo bajo mis labios. Si cierro los ojos, es la primera imagen que aparece al recordar los días junto a ti. Hace tiempo que descubrimos que bailamos a ritmos distintos y yo sigo volando en solitario sin parar en ningún puerto; pero eso no impide que todavía seleccione con el máximo cuidado mis palabras al imaginarte, mientras sonrío y afirmo que a nadie he amado más. Sigo marcando este día en rojo, como una fecha importante, fundamental en mi vida, del mismo modo que me estremezco una determinada mañana de julio. Y tengo la certeza de que no dimos ningún paso en la dirección equivocada, simplemente recorrimos un camino que nos llevó a destinos diferentes pero necesarios para ser las personas que hoy somos. Por eso hoy de nuevo me asomo a la ventana y te envío mis abrazos más largos.

20 de agosto de 2007

la velocidad de las nubes / cortina abierta

Corrías hacia todas partes, sin rumbo, buscando la verdad en los rincones más escondidos. Peleándote frenética con cualquier sombra que pudiera delatarte. Vivías con la certeza de que todo cuanto habías sido era infinitamente pequeño, una piedra en mitad del desierto; y que lo peor aún estaba por llegar. Por eso lo único que hacías era huir; como un potro trata de escapar del brillo de la luna, con una mezcla de miedo e inconsciencia. Te movía un motor mucho más potente que cualquier emoción anterior. Siempre hacia delante, o al menos era esa la intención. Pero desde dentro del huracán no puedes pararte a decidir cuál es el sentido correcto en cada duda; te dejas llevar por la inercia y lo juegas todo a la primera mirada que se cruza en la oscuridad y el humo. Ni siquiera sabes por qué estás donde estás, incapaz de verte desde fuera. Afortunadamente cuando pensabas que ya no quedaban alternativas ni balas en el revólver, te diste cuenta de que cada una de tus palabras no habían muerto, sus ecos todavía resonaban, haciéndote ver que el folio estaba aún en blanco. Y ahora se abre un camino nuevo, o al menos una nueva forma de avanzar; das cada paso con una intención y un sentido evidentes. Sólo es cuestión de distinguir las voces, de percibir los ecos y los gestos que te alimentan.

11 de agosto de 2007

doscientas palabras juntas

Podría decirte, nunca bajes los brazos, pero no soy el más adecuado para darte consejos, a fin de cuentas, soy yo el que duerme solo cada noche. Tendrás que contentarte con las palmadas en la espalda, las sonrisas de anuncio y tal vez una o dos frases de ánimo, pero aquí no encontrarás nada de todo eso. Las grandes estructuras están hechas con cajas de galletas, trapos de cocina y un par de tizas de colores, así que no veo ninguna opción mejor que sentarnos en el suelo y comenzar a soñar despiertos; a fin de cuentas, no creo que nadie se moleste por jugar un rato con las palabras. Eso sí, recuerda que hemos sacado billete de ida, pero no de vuelta, así que deberemos hacer un esfuerzo para bajarnos en la misma estación, y con los ojos vendados nadie se atreve a comprar un trocito de libertad por temor a ser estafado. Estoy dispuesto a seguirte hasta el final del camino sin pedirte nada a cambio; lo único que espero es que allí nos permitan quedarnos al menos cinco minutos antes de que apaguen las luces y cierren las puertas. Nunca he pretendido empeñar mi corazón en vano.

27 de julio de 2007

el humo y la ceniza

no podemos buscar nuestro tiempo en relojes ajenos
ni transformar cada viernes con flores en el pelo
en un lunes gris como otro cualquiera.
No nos merecemos los regalos con retraso
ni las postales envenenadas,
hay cosas que no están hechas para nosotros,
o tal vez somos nosotros
quienes no estamos hechos para soportar
la lluvia y el sol, tu oscuridad y la mía.
Nuestra capacidad innata para hacer daño
los pasados y los futuros de ida y vuelta
los recuerdos que se acumulan tras 509 noches.
Así que olvidemos todo lo que nos lastra
lo que nos ralentiza al avanzar
desprendámonos de los mapas
y quememos las referencias exteriores.
Para llegar siempre en el momento preciso
para despertarte cuando más lo necesites
para regalarte una palabra que guardar en el cajón
y poder memorizar cada uno de tus imperdibles
antes de que decidas apagar la luz.
Mientras todavía sonreímos.

22 de julio de 2007

poliedro

Al principio sólo era capaz de hablar con una sola voz. Todo tenía el mismo tono, el mismo color. Pero llegaste tú, y tu presencia comenzó a multiplicar mis estados: de repente consigo convertirme en cualquier momento, independientemente de la posición de los astros. Cualquier sentimiento por hacerte sonreír, por eternizar nuestro mal disimulado vals. Te acercas, apenas llegas a rozarme, y los colores y los sonidos que nos rodean se hacen más intensos; nos subimos a un carrusel de emociones y nada puede evitar que con cada uno de tus gestos me sienta caer un poco más en tu espiral infinita. Es un don de vida que sólo tú sabes suministrar, generando una paleta donde ninguna nota ha sonado antes, jamás. Todo lo que haces, todo lo que hacemos es genuino, nunca había ocurrido. Nadie había imaginado tanta magia. Por eso te encuentro siempre, aunque te alejes sé interpretar las pistas que vas dejando en el viento. Tus huellas son tan profundas que nunca desaparecen: no hay mejor motivo para continuar cada día que la posibilidad de redescubrirte a la vuelta de cualquier esquina, y jugar a conocerte desde cero, como si esta fuera la primera mañana de la Tierra. No quiero volver a tener nunca más una única voz; estoy en pie gracias a las puertas que abrimos a cada paso, en cada beso.

10 de julio de 2007

the origin of love

Nos descubrimos por accidente, como casi todas las cosas importantes. Supongo que a veces te habrás arrepentido de aquel momento; yo te puedo asegurar que nunca me cansé de buscarte: a veces conseguía reconocerte, sin embargo, la mayoría de las veces me limitaba a perseguirte como un niño entre todas las estrellas que brillan en mi playa. Estoy convencido de que te habría encantado conocerla, pero tú tenías un concepto distinto de la felicidad, y nada de lo que nos rodeaba conseguía arrancarte esa espina que te pedía siempre ir un paso más lejos, preguntarte qué había detrás del horizonte. Te recuerdo diciendo “un día me iré y nunca me habrás conocido, nunca te habrás conocido”. Así que no tardaste en hacer las maletas y desvanecerte en la niebla, como en un truco de magia. Irte con la marea. De paso te llevaste cada rincón que había amueblado para ti; me dejaste hueco. Y nadie puede vivir hueco, no durante tanto tiempo. Así que volví a mirar al cielo, a intentar encontrarte allá arriba, guiñándome tu brillo; esperaba recibir algún día un soplo desde cualquiera de los mundos que pretendías conquistar. Y eras siempre tú, ahora lo sé, todas las veces fuiste tú. Pero el tiempo pasa, hoy todos los héroes están cansados, llevo tanto tiempo buscándote que estoy demasiado lejos de mi punto de partida y lo único que he descubierto es que no merece la pena. Ojalá hubiese llegado a esta conclusión un segundo después de que te fueras. Y sé que prefieres los abrazos a las palabras, aunque si te dieran a elegir te quedarías con las dos mitades del amor. Ninguna palabra mía es comparable a un abrazo, pero recuerda que te di todos los abrazos que tenía y ahora sólo me quedan las palabras.

20 de junio de 2007

pies fríos

Inevitablemente había una chica en la entrada. Recuerdo sus zapatos rojos y la forma en que sonreía, como si no existiera nada mejor que abrir la puerta y descubrir lo que allí se escondía. Por supuesto, estaba sentada en el suelo, demasiado cansada o demasiado entera como para entablar una conversación que no tratara acerca del dibujo de las nubes, el agua corriendo calle abajo y la gente en los portales. Todo depende del tiempo que tardas en darte cuenta de cuál es tu lugar, de las veces que te miras al espejo y no ves más que las huellas de otro día que acaba de pasarte por encima, me dijo. Después de eso todo fluye. Todo empieza a amanecer, porque eres uno de los supervivientes y los demás te reconocen al pasar. No hay ningún motivo especial, ni siquiera las salidas de emergencia, simplemente un día ya no estás ahí, y tres meses después vuelves a estar. A todo esto, seguía sonriendo mientras alimentaba un cigarrillo con el cadáver de otro. Tal vez tu sitio es éste, le sugerí. Parece que ya lo había pensado más de una vez: se puso en pie, agarró cuidadosamente el botellín y abriendo la puerta me invitó a pasar. Tenía razón, a partir de cierto punto ya todo deja de importarte, todo parece difuminarse cuando te abrazan por la espalda. Somos incapaces de recordar cosas que aún no han ocurrido, pero esa habitación, esa ventana abierta junto a la cama de hierro, era exactamente igual a como la había imaginado. Cerré los ojos, convencido de encontrarme en casa, y me dejé guiar por la intuición. Y pensé, bueno, tal vez a nadie le gusten las historias tristes, pero muy pocas veces puedes elegir de qué lado de la puerta quedarte.

5 de junio de 2007

la novia de Bob juega con dos barajas

Me di cuenta demasiado tarde del daño que te podían hacer las salpicaduras del combate. Uno se acostumbra a perder, créeme, y al final no sabes muy bien en qué escena te toca entrar ni cuál es tu frase; tan sólo tienes el tiempo justo para intuir por dónde van a venir los golpes y tratas de que esta vez no sea la definitiva. Así que nos limitábamos a escuchar la música con las luces apagadas, nada más, porque cada palabra era un nuevo gancho a la barbilla, y nadie pretende conquistar el mundo en una hora. Yo permanecía allí de pie, las manos en los bolsillos, y tú no tenías la menor intención de interpretar mis silencios, así que era evidente que no íbamos a bailar la misma melodía. Al quinto asalto empecé a mirar de reojo a las esquinas, buscando una escapatoria, pero todo estaba tan confuso y tus ojos tan iluminados que no pude hacer nada más que resignarme y pelear a la contra. Cuando escuché la campana tras la cuenta de protección, apenas era consciente de lo que había pasado, o tal vez lo que había dejado de pasar. Me bajé dando tumbos del escenario y recuerdo que nadie era capaz de sostenerme en pie; mientras te perdía de vista intentaba recordar cada uno de nuestros últimos encuentros, y descubrí que estábamos predestinados al empate técnico. A repetir los mismos errores una y otra vez. Al menos esta vez había merecido la pena, aunque tan sólo fuera por tenerte cerca. Nunca estás lo suficientemente preparado para quedar subcampeón en el concurso de cicatrices.

27 de mayo de 2007

buscando red

Me he despertado pensándote. Un segundo antes de abrir los ojos, he escuchado el sonido de un mensaje tuyo en mi teléfono móvil, y casi he sido capaz de leer tus palabras sin necesidad de moverme: me cuentas que has conseguido reconquistar tu territorio, recuperar la libertad que se estaba desvaneciendo y dar un portazo a las lágrimas. Quería que lo supieras, escribes con tus letras que desearían ser un poco más verdes. Con los ojos aún cerrados te he dibujado sonriendo, con tus alas recobradas y una mirada cargada de esperanza. Y he pensado, por momentos así merece la pena despertar. Incluso a estas horas. En un día como éste. Me he girado y he comprobado el teléfono: apagado, como cada noche. La incertidumbre son unos cuantos segundos, unos pocos gestos: pulsar el botón verde, introducir la clave, y esperar. Nadie te explica cuánto tiempo debes esperar, hasta que por fin decides alejarte del silencio, para enfrentarte al nuevo día. Pensando en sueños y en impulsos. Pensando.

22 de mayo de 2007

america / quedémonos juntitos

Me gusta pensar que eres tú quien me deja sin palabras, te las apropias todas para hacerme enmudecer. Y yo me dejo, seguramente consciente de que la mejor forma de crecer es cerrar los ojos, escuchar tu voz y respirar hondo. Así que con tus palabras y las mías vas tejiendo un refugio inexpugnable, una fortaleza invisible desde el exterior. Porque no lo imaginas, pero cada una de tus palabras abre mil puertas, llenando mi silencio de ideas y derribando mis defensas. Y a ti siempre te parece mi postura la más cómoda, en tu universo infinito de abrazos y sonrisas, de presencias constantes, pero me gustaría que por un momento pudieras asomarte de este lado, sentir la luz que irradias: aquí todo es tú. Así que si no te importa, me quedaré un rato más, sumergido en tus ojos sin fondo, mientras tú sobrevuelas la habitación con tus sueños hechos palabras, convertidos en alimento.

15 de mayo de 2007

piedras y flores

A veces es inevitable verlas aparecer de nuevo, como en una película de serie B. Estás tratando de apurar las caladas, de plantearte cada día un malabarismo más complicado, y de repente se presentan ante ti, como si no hubiera pasado el tiempo. Son las sombras de una vida que decidiste no seguir, los reflejos que produce el sol sobre un cristal en la arena. Y no puedes esquivar sus golpes, prácticamente te pasan por encima y te quedas un poco con cara de entender absolutamente nada, sorprendido ante las malas artes con que juegan tus rivales. El problema se vuelve más serio cuando a diario ves esos retazos, breves cuchilladas de caminos que no tomaste. Aquella chica desapareció de tu vida para siempre, de eso puedes estar seguro, pero no pasa ni un solo día sin que la sientas cerca. Y recuerdas también la vez en que la moneda cayó de este lado y no del otro, y tal vez por eso ahora estás aquí y no a mil kilómetros, persiguiendo un mar distinto o sumergiéndote en él, nadie sabe si mejor o peor. Por eso te duelen las sombras, buscas la luz desesperadamente, y si tarda en aparecer, llegas a perder la poca esperanza que aún conservas. Somos tiradores sin bala en la recámara; nos aterroriza la idea de quedar al descubierto y desarmados en mitad de la refriega.

12 de mayo de 2007

la chica de la camiseta rosa (cómo escapar de la casa de espejos)

La chica de la camiseta rosa se merece un final feliz, uno de esos de cuento de hadas. Si crees que la suerte es una brújula, el azar brillando allá arriba como una estrella polar, entonces eres capaz de empeñar tu futuro con tal de revivir tu pasado; apostarlo todo al negro es una postura más conservadora de lo que imaginas, y que aciertes la próxima canción no implica la vida eterna. Porque la verdad no está hecha para ocultarla en los bolsillos, hace varias noches los traspasó con un ruido sordo, y ahora se derrama sobre tus rodillas, con grave riesgo de inundación. Decían, la mejor posición siempre es la primera fila, al pie del escenario, y mientras sonreían nos daban un telescopio y un par de grilletes a cada uno. Tú interpretabas tu papel con cualquier voluntario que se ofreciera, como el mejor mimo del mundo, y a mí me tocaba la parte logística y el aprovisionamiento emocional; te sentías muy importante cuando decías esas dos palabras en concreto, con los ojos como témpanos. Afortunadamente, no tardaron en descubrir nuestro juego, somos incapaces de mantener la boca cerrada, y en ese momento la culpa y el rencor acababan de salir al balcón a fumar mirando a la luna. No nos quedó más remedio que quitarnos las máscaras, y bueno, todos los chicos se quedaron mirándote, y yo sabía exactamente lo que estaban pensando, ese dolor tan poco frecuente. Esa certeza de que hay personas destinadas a permanecer para siempre en otro espectáculo privado, para el que no tenemos invitación. Te cedí el paso al abrir la pesada puerta, y aún sentía esas miradas mientras nos adentrábamos en la noche fría.

5 de mayo de 2007

portadas

Me confesó que le gustaba pensar en los momentos clave de su vida como si fuesen portadas de discos, con esa especie de guiño, de promesa de eternidad. Pase lo que pase, me dijo, son instantes fabricados para permanecer cuando todo lo demás a tu alrededor se derrumba y ni siquiera tu sombra puede seguir tus pasos. Así que iba dejando tras de sí discografías completas, baldosas amarillas, un mapa físico y tangible para cualquiera que pretendiese tomar el mismo camino. Y no ponía restricciones de ningún tipo, tan sólo buscaba no repetir los mismos errores una y otra vez, no volver a detenerse en estaciones poco recomendables; y ésta era la mejor idea que se le había ocurrido, tan válida como un puñado de tatuajes, sólo que un poco más privada. Una noche sin llaves ni cerraduras de guardia, quiso recompensarme por no haberme retirado cuando las apuestas empezaron a dispararse; apagó las luces y tomándome de la mano me guió por su sendero de los discos, recorriendo cada una de las cicatrices que habían contribuido a la causa. Esa noche entendí todos los motivos, incluso los que no necesitaba entender. A la mañana siguiente, no me sentía con el valor suficiente como para afrontar la lluvia, así que me limité a preguntarle si nuestro encuentro supondría una nueva portada para la colección.

29 de abril de 2007

tienes que perder

No te he contado que siempre intento alejarme de las multitudes, escapar de cuerpos geométricos que tienen demasiados vértices y ángulos obtusos. Por eso necesito respirar hondo, pensar dos veces cada movimiento como si esto fuera una partida de ajedrez eterna. Nunca me queda claro el reparto de papeles, y tiendo a confundir al protagonista con ese actor secundario sin frase que simplemente aparece en escena en el momento más inoportuno. Así que trátame como material frágil, decide bien en qué categoría encajo, porque llevo mil viajes con el billete equivocado encima, y uno más podría hacer volcar el barco. No me hagas mucho caso ni me tomes tan en serio, porque puede que esto sólo sea emocionante visto desde fuera, aquí dentro cuesta encontrar las palabras necesarias y hay demasiado en juego como para saber por quién apostar. Recuerda que a veces es un error tratar de sacar ventaja en situaciones desfavorables, y nadie se detiene en un cruce para preguntar cómo se sale de él.

25 de abril de 2007

cinco formas distintas de pronunciar tu luz

Te desperezas sabiendo que por mucho que vacíes la mochila, hay cosas de las que ya nunca vas a poder desprenderte. Me miras y tiemblo un poco, tal vez porque sé que eres la única persona capaz de desmontar toda la estructura que me permite seguir mirando hacia delante con sólo parpadear y es forma de sonreír. Y en el fondo por eso estás aquí, porque sabes lo vulnerables que podemos llegar a ser si la cuerda se tensa demasiado y termina por romperse. Y también porque hay cosas en el universo que simplemente parecen encajar, como si toda la vida se detuviera por una fracción de segundo y ahí nos desprendiésemos tú y yo, dos desconocidos que por alguna extraña razón comparten manual de instrucciones. No hay nada que sea tan complejo ni tan permanente como para evitar que giremos, que mantengamos este imposible equilibrio de los desencuentros de carrusel.

18 de abril de 2007

fistful of love

Aunque no lo creas, sigo perdiendo todos los partidos en el tiempo de descuento, equivocándome en el tercer compás y recordando más de la cuenta. Grabando en el disco duro momentos que cuando ocurrieron fueron breves, intrascendentes y se han convertido en largas agujas que se esconden a la vuelta de cada esquina. Tengo en la cabeza la lista detallada de cada uno de esos instantes: a veces fotografías en color, pero la mayoría son en blanco y negro. Y almaceno un mapa de la destrucción, un rincón de las noches más negras y los días sin sol, para volver a pasear por sus calles desiertas de vez en cuando. Reconozco mi incapacidad para descolgar el teléfono, pero no es algo innato, más bien se convirtió en una asignatura obligatoria en mi aprendizaje, y suspendí varias veces hasta que me convertí en todo un experto. También intento apagar incendios ajenos, pero no consigo controlar los que se desatan aquí, como relojes de arena que se rompen en mil pedazos y hacen que el aire se vuelva irrespirable. Soy el reflejo de un millón de diminutas escenas, puestas una detrás de otra sin ningún orden en particular, y todas juntas forman una película que no te gustaría ver, un documental que nunca termina y que pesa como sólo pesan los tiempos muertos que insisten en resucitar justo cuando sube la música y bajan las luces. Son pasados que quieren seguir tomando todas las decisiones importantes, cajones abiertos que no tienen fondo ni soportan cerrojos.

3 de abril de 2007

para la niña de salitre

Nos conocimos por dentro antes que por fuera, y por eso hay ciertas cosas que nunca te digo, que no caben en ninguna lista porque están flotando en el aire, en un equilibrio imposible en el que nadie es capaz de asegurar si eres frágil y te estás haciendo la dura o todo lo contrario, o tal vez depende del momento. Por eso hay veces que prefiero respirar y disfrutar del placer de sentirme en casa en tu silencio aunque ninguno de los dos estemos de acuerdo con la definición oficial de esa palabra. Y como me conoces de una forma tan compleja, directamente la raíz y después, mucho después, las ramas, sabes bien de lo que hablo. Porque te llenaste la voz de orillas accidentales al intentar llegar antes que tu sombra a la felicidad, ahora repartes sonrisas como paraguas contra este cielo gris que nunca te hace justicia. Y no necesito decirte todas esas verdades que te han dicho tantas veces y que se convierten casi en tu segunda piel, prefiero bucear un poco y detenerme un momento en el pequeño gesto que pasa desapercibido. Porque no hay normas escritas desde el mismo instante en que nos encontramos, cuando veníamos caminando sobre raíles paralelos y nos cruzamos en el punto de inflexión de dos vuelos sin motor a punto de aterrizar de emergencia. Como una puerta que está siempre entreabierta, a la que es inevitable asomarse con veneración, apenas un misterio intuido. A partir de entonces has seguido creciendo dentro de mí como has hecho con cualquiera que se haya cruzado en tu camino, un poco cada día hasta que la respiración se acostumbra al fuego y el hielo a la vez, todo en su justa medida, recogidos allá por donde has ido buscando razones y finales para los cuentos de luz y para los de oscuridad, esos que nunca acaban como querías, sino como esperabas. Formada como tu playa, a base de sedimentos, huellas de otras vidas que has interpretado, que te han ido perfilando. Porque cada vez que apareces pienso que tu tiempo se expandió mientras yo me limitaba a ver arder las cerillas, y ahora estás siempre a dos manzanas de distancia, dispuesta a compartir una cerveza y un espacio que ya estaba ahí desde antes, antes incluso de que amaneciera. Así que sólo puedo ofrecerte garantía de continuidad: todo acaba pasando, las caras y los cuerpos se alejan y se diluyen en el tiempo, pero hay un puñado de permanencias, como caracolas que nos sirven de referencia cuando nos rodea la niebla: si te parece bien, me quedaré hasta que se apaguen todas las llamas, hasta que se enfríen las cenizas, y después si quieres un ratito más todavía. Un grano de tu arena vale más que todas las estrellas fugaces juntas.

17 de marzo de 2007

estas calles tienen demasiados nombres

Para ella siempre llueve, y no hay refugio que pueda protegerla de la tormenta, piensa a menudo que debería haber escuchado las voces cuando el cielo estaba despejado, todos los que le hablaban del equilibrio, de las dos caras de la luna, ella no tenía tiempo ni espíritu para malos augurios y hacía oídos sordos. Ahora que la noria ha dejado de girar ha descubierto que lo peor no es perder la perspectiva, sino formar parte del grupo de transeúntes sorprendidos que se quedan a mitad de camino cuando el semáforo cambia de verde a rojo, y no saben muy bien si avanzar o retroceder. De modo que se encuentra en la otra orilla de la playa, buscando una señal en todas las luces brillantes, con cierto complejo de culpabilidad que contrarresta con unas gotas de rencor. Y sigue lloviendo, a pesar de que es imposible tanta insistencia, y no hay forma de encontrar el camino de regreso cuando sales del laberinto por la puerta trasera y dejando atrás todo lo que has sido durante tal vez demasiado tiempo. Lo peor no es intentar volver, sino malgastar la arena enterrando los momentos perdidos en lugar de utilizarla para construir una nueva carretera de sentido único, escapando para siempre de la lluvia y las puestas de sol perpetuas.

2 de marzo de 2007

cien por cien

Si quisiera contarte un cuento, tal vez debería saber el principio y el final antes de sentarme a escribirte. También haría falta algo de tiempo, pero esta es la sinfonía de las horas en punto, cambio de clase, lavarse las manos para volver a ensuciárselas. Espacio y tiempo, dos necesidades vitales. En cambio, yo no dispongo de ninguna de las dos cosas, por eso te susurro en la nuca medias mentiras, porque no conozco otra forma de transmitir ochenta pulsaciones por minuto. A la vecina del tercero le desagrada, le parece poco estético tender la ropa, abrir la ventana, dejar que entre el aire. Es una verdadera lástima que intente interpretar las señales de humo equivocadas, que busque algo entre líneas que no pueden estar más juntas. Dios le da pan… yo prefiero pensar que en el fondo, tú vas apareciendo y desapareciendo, como siempre hiciste, dejando migas de pan para que nadie pierda el camino, y yo juego a equivocarme y tomar la dirección incorrecta una y otra vez, en la certeza de que si aumentamos las distancias, acabaremos coincidiendo en el punto diametralmente opuesto. Por eso, para que de vez en cuando recibas mi señal de sonar, te dejo por escrito cada descarga eléctrica tal y como nació, sin adulterar. Sin conservantes ni colorantes.

15 de febrero de 2007

escala en tonos mayores

me detuve en una llanura
junto a la corva de tu rodilla izquierda
y desde allí contemplé el paisaje:
todas las sombras
que antes nos enseñaban los colmillos
ahora se escondían y murmuraban excusas
no pretendíamos cambiar nada
tan sólo no tener que encoger el alma
al mirar por el retrovisor
como sumergirnos en el agua poco a poco
y cuando volvíamos a la superficie
todo a nuestro alrededor se había difuminado
víctima de nuestro abrazo impermeable
piensa por un momento
para pintar nuestra historia
sólo necesitamos tus manos y las mías
ni personajes secundarios
ni decorados
ni focos alumbrándonos
incluso cuando el cielo se volvió negro
y la lluvia nos borraba las ganas de ser
siempre fue así,
los demás son estados carenciales:
un pentagrama para el fa y otro para el sol.

5 de febrero de 2007

borrascas y anticiclones

“Disfrutemos del paisaje”, decías, “no hay prisa por llegar”, y también, “espero que tengas un armario grande, no habría espacio para tantos fantasmas”. Mientras tanto, abrías dos botellines y me pasabas uno con la mano izquierda mientras con la derecha deshacías mil nudos que habíamos dejado olvidados. El sol nos calentaba y entrecerraba tus ojos, como las cortinas de un escenario en el que siempre había actuación. En momentos así echaba en falta una buena respuesta, habitualmente aparecían varias horas después y ya no merecía la pena, nada tenía demasiado sentido. Supongo que es una sensación común, me refiero a que no me arrepiento de ninguno de los caminos escogidos, pero reconozco que habría sido al menos interesante haber tomadio un par de decisiones cuando las cosas empezaron a torcerse, y hoy en día ya casi nadie se ata al mástil cuando aparecen las sirenas. Así que a veces cierro los ojos y me traslado a otros lugares, otras situaciones: en un contexto diferente posiblemente compartiríamos frecuencia de resonancia, girando en la misma órbita; ahora nos tenemos que conformar con solsticios y equinoccios, fechas que apuntar y un cajón cargado de recuerdos. Y sabes, tenías razón, no es lo bastante grande y estás un poco por ahí, debajo de la almohada o en el surco redondo de un vaso de cerveza. Ahora eres más niebla que lluvia, no sé muy bien si es mejor o peor, de todas formas aquí no abundan los días soleados.

31 de enero de 2007

parte del agua

A ella le apetece de vez en cuando buscar las orillas, sentirse uno de esos restos del naufragio, cuerpos extraños en tierra firme. Él se asoma buscándola desde cada puente, nunca sabe dónde la va a encontrar. Esta tarde, ella lo espera en el muelle, junto al ayuntamiento, y sonríe cuando lo ve acercándose por la calle Buenos Aires. Durante un momento eterno, que puede ser un minuto o un par de horas, recorren la ciudad de punta a punta, y aunque son parte de ella desde que tienen memoria, son como dos árboles que han dejado crecer sus ramas hasta entrelazarse: es ahora cuando están descubriendo cada calle, cada silueta de luz y sombra en los balcones, a través de un prisma compartido; miran a través de los ojos del otro. Y él no sabe cómo hacer para permanecer un rato más así, dibujándose de una forma nueva en cada paso que dan, ajenos al tráfico y a la lluvia. Sin embargo, tiene la certeza de que mañana sólo debe acercarse a cualquier otro puente, y podrá de nuevo respirar su sonrisa. Así que no siente dolor cuando ella se suelta suavemente de su abrazo, se sumerge en el agua y se aleja, confundiéndose su reflejo con los rayos del sol, que, como él, también parecen querer retenerla en la superficie.

22 de enero de 2007

traducción e interpretación

Conocí a la mujer que siempre que miraba al pasado lo hacía con una sonrisa en los labios. No tenía miedo a las tormentas, y era al mismo tiempo la ropa tendida y el rayo de sol sobre el papel desnudo. No le gustaba la sensación que dejan los sueños interrumpidos de forma brusca, y había memorizado cada esquina del calendario, decía que era para evitarse el reisgo de vivir eternamente en el día equivocado. Conocía perfectamente las reglas del juego, y sabía cuándo conviene hacer un esfuerzo por interpretar el silencio en el fondo de un vaso, y cuándo es mejor ahorrar energías y no esperar respuestas; era toda una experta en los ciclos vitales del fuego y del hielo. Supongo que me habría gustado navegar en su misma cáscara de nuez, pero ya sabes, uno nunca elige hacia dónde le arrastra la corriente, y hay veces que crees que debes apostarlo todo a un número, una corazonada, y acabas volviendo a casa sin una buena explicación que darle al espejo. De modo que tampoco puedes quedarte a vivir en una estación de tren, y mientras yo tenía un destino claro y al que no podía renunciar, ella todavía podía jugar un rato más a poner monedas sobre los raíles. Tal vez en otro momento; esto da tantas vueltas que es relativamente sencillo volver a la casilla de inicio. Tal vez.

10 de enero de 2007

envíos intercontinentales

Escapa de los espacios vacíos, de los huecos que dejan al descubierto goteras en la memoria, huye de cada rincón oscuro que pueda resucitar el recuerdo y agitar fantasmas ante ti. Camina siempre consciente de lo que vas dejando atrás, cada pequeño paso es fundamental para no perder el equilibrio. No desconfíes del jet-lag, hay vuelos que conviene realizar, y para los que no necesitas cinturón de seguridad. Utiliza tus emociones como combustible, pocas cosas arden mejor que el amor y el odio cuando se llevan al límite. Mantente alejada de los precipicios, el viento de levante puede atraparte por sorpresa. Si quieres perder la guerra, elige bien el bando más débil. Arranca todos los calendarios y relojes, inventamos el tiempo para no olvidar que somos incapaces de retroceder, aunque tú me demuestras cada media luna que todo es mentira. Y cuando te estés ahogando en pleno océano de arena, levanta los brazos para que pueda verte desde la copa de mi árbol y lanzarte una cuerda (sé que no es tu estilo, pero es el mío). No me preguntes por dónde se llega a la meta, hace tiempo que perdí el rumbo correcto y ahora sólo espero no tener que escalar hasta el nivel del mar a solas. Sólo son palabras lanzadas al aire que casualmente han aterrizado unas junto a otras, no les des más importancia de la que tiene el choque de una piedrita contra tu ventana.