26 de junio de 2004

Significado

Nunca seré Fred Astaire, pero tal vez soy más rápido que tú disparando. Tus viajes al extranjero dejaron de ser productivos hace tres o cuatro martes, cuando descubrimos la verdad sobre las bocas de metro. Ya no me quedan pelos en la lengua, no los suficientes, y tampoco sé hinchar globos con forma de jirafa. Además, confundo la calculadora con el bloc de notas, y los cuatro minutos de una canción siempre se me quedaron cortos. Pero el gris tiene sus ventajas: al menos, no luzco mis cadenas en público, y nadie se atreve nunca a criticar al pianista. De todas formas, ¿te has reconocido esta mañana en el espejo del ascensor? ¿Sabes cuántos aviones han pasado sobre tu cabeza? ¿Has probado a caminar hasta tu casa? Al fin y al cabo, no eres tan distinto como pensabas, nadie es especial, nadie es imprescindible. Guárdate esa mirada para círculos íntimos. Estoy más que acostumbrado a escaleras sin pasamanos, a puertas sin candados, a frases sin significado. Con sentido.

15 de junio de 2004

Todo lo demás

Cada uno se imagina su propio paraíso, mientras va construyendo una filosofía a base de frases robadas en calendarios de sobremesa y desengaños pactados con meses de antelación. De repente hace frío; las nubes han vuelto para recordarnos que a veces es mejor callar los consejos, y hay demasiadas chicas dispuestas a subir al primer coche que pase. Tus pajaritas de papel nunca aprendieron a volar; tal vez por eso ahora te miran desde el otro lado del cristal mientras eliges el color de las paredes. Son distintas formas de huir, libertad mal interpretada, como esos botellines de cerveza con tapón de rosca. Cuando escuches que la vida gira sobre un eje podrido, échate a temblar: las ruedas pinchadas no tienen voluntad, pero pueden decidir por ti. Desconfía de los folletos, la leña seca, los pañuelos de papel, la leche cortada. Quédate sólo con las cáscaras.

9 de junio de 2004

Baila en mi calle

Estos días siento especialmente tu ausencia, cuando el peso de los termómetros nos hace desear más noches sin dormir. Aquel taxista fumador de pipas que discute sobre cualquier tema me ha vuelto a sorprender con tus verdades desde el otro lado de la ventanilla de seguridad: “sobre la barra del local de la esquina alguien dejó un anillo de madera sobre una servilleta escrita; una mujer así merece realmente la pena...” y siempre he preferido colocar los libros que me regalas en la estantería de mi dormitorio. Le robo un segundo a cada hora para regalarte un soplo de aburrida teoría, unos y ceros, las luces apagadas y las trompetas con sordina. Conoces mis claves de acceso, mi mapa del tesoro, una canción con tu voz. Todo parece venirse abajo, menos un número de teléfono y una promesa de abrazo. Son días en los que tu cascabel es la ventana abierta entre kilos de papel desperdiciado.