14 de octubre de 2011

Un problema de geometría

Puedes atribuirlo a la tensión superficial, a la fragilidad que nos impide tejer un sol de papel por miedo a que se haga pedazos. Algo parecido al sonido del lago helado bajo tus pies, cuando sólo tienes la certeza de que no hay nada que pueda sostenerte y aun así pretendes alcanzar la orilla. Yo prefiero creer en las palabras mágicas que pronuncias, esos hechizos que logras desatar como tormentas de otoño con sólo sonreírme. Tus enfoques tan diferentes, punto de fuga y gran angular, que me hacen descubrir las pinturas ocultas bajo la imagen definitiva. Y tus manos: siempre están ahí, comunicándose en un lenguaje alternativo mientras me cuentas qué tal te ha ido el día, como un mensaje dual donde los gestos complementan y alimentan a las palabras. Siempre dispuestas a recibir las mías, con un contraste de temperaturas que nos mantiene vivos. Siempre ordenando el caos; acariciando y creando; transcribiendo los sentimientos que, como el agua del lago, se ocultan bajo una capa de hielo tan fina que cruje al apoyarse sobre ella. Ese es el sitio al que siempre estoy deseando volver, un refugio a la vuelta de cada esquina. Para celebrar la fiesta de los abrazos. Para construir la geometría de mis dedos sobre tu vientre.