Caracolas y caricias se enredan en tu vientre
como retazos de una playa que hoy nos pertenece.
De pie frente al mar, en silencio,
descalza y con tu abrigo gris,
sabiendo que te observo desde la arena.
Hay una única nube en el cielo, testigo mudo de la escena,
pero el viento aquí es frío
y nos envuelve como en una noria.
Pronto subirá la marea,
te girarás sonriendo
y entonces el tiempo se detendrá de nuevo
para permitirnos abrazar la sal a ciegas,
beber el aire seco
que nos brinda una tregua inoportuna.
Tal vez aproveche el momento
para intentar devolverte en un descuido
alguno de esos besos
largos
que te debo.