28 de noviembre de 2006

el decálogo del olvido

Escribí una lista con unos cuantos consejos ajenos y la dejé junto al pomo de la puerta. Era un laberinto de caminos sin recorrer, sitios en los que habría estado contigo o escenas de una vida no vivida por culpa de las distancias entre tú y yo algunas veces, y otras muchas de las coincidencias que no acudieron puntuales a su cita. Pero en la mayoría de las oportunidades perdidas, era yo el único culpable. Al ir enterrando los momentos aprendí que nunca había apostado todo a una carta por miedo a perder más de lo que merecía, y por eso había visto desfilar demasiados trenes ante mí. En cambio, ahora mismo me encontraba aparcando lo que no había podido ser, pretendiendo iniciar una nueva cuenta hacia delante, y para eso necesitaba dejar por escrito cada huída no emprendida. El caso es que entre las vidas muertas sobre el papel se escondía una alternativa pendiente, unos puntos suspensivos que aparentemente no llevaban a ninguna parte y parecían querer escapar de la hoja. Tal vez hacia un territorio más agradable, un presente que no doliera junto a ti, algo reconocible después de tanto telegrama sin destinatario. Una nueva apuesta desplegándose ante mí como las líneas de la mano. Cerrando los puños, abrí la puerta y encogí los hombros. Fuera llovía.

16 de noviembre de 2006

tu tacto al despertar y el Álgebra de Boole

Cuéntame otra vez cómo convertir esta baldosa rota en abrazo eterno, en cuarenta y tres minutos traduciendo tus ojos, en tu capacidad innata para interpretar mi partitura a cientos de kilómetros de mis cuerdas. Soy incapaz de descifrar el misterio que me convierte en número irracional mientras tú lentamente te vas volviendo consonante impronunciable, juntos iluminados por los televisores sin sonido en el escaparate de la tienda de electrodomésticos; yo con los brazos cubiertos hasta los codos de polvo y tu sonrisa al final de una escalera, da igual si arriba o abajo pero cerca. La duda se vende cara y siempre cobra intereses, así que a menudo olvido el método para resolver el sistema compatible indeterminado que forman tus dedos entrelazados con los míos, atrayéndose por fuerzas desconocidas; unos cuantos pasos descalzos sobre la hierba y los tres bancos de madera que nos miran desde el otro lado del estanque. Tú conoces las soluciones, las coordenadas exactas donde alguien escribió nuestra historia con tiza de dos colores y ahora nada, ni siquiera la lluvia puede borrarla. Porque todavía late, respira, es algo vivo que debería ser explicado en las universidades: instrucciones para volar. No hay más.

9 de noviembre de 2006

Hymn To Freedom

Besarte la yema del pulgar supone abrir una puerta que lleva a la oscuridad de la tormenta más luminosa, dejamos escrito a medias en los azulejos del cuarto de baño. Alrededor flotaban mil pompas de colores en las que se reflejaba todo el universo que cabe en una habitación sin ventanas ni salidas de emergencia, sólo vistas al interior. En un segundo eterno como un parpadeo reflexionabas sobre ganar experiencia y perder ilusión, pero no contabas con la trampa tras los títulos de crédito. Y en ese paisaje inventado no existían las canciones tristes, sólo las capturas fotográficas de cada momento capaz de brillar por sí mismo, sin necesidad de contexto. Teníamos esas muescas colgadas de las paredes de marfil deshechas, conscientes de que al cerrar los ojos podríamos repasar tu historia y la mía sin necesidad de guía. Recuerda todo aquello y dame una buena razón para no bajarme una y otra vez en tu estación, para no volver a visitar tu nuca cada vez que pierda pie.