25 de mayo de 2008

los motivos

La sensación es terrible, todo parece resquebrajarse por dentro sin razón aparente. Pero entonces, en el último momento, me detengo a mirar atrás para tratar de memorizar; de recordar al menos un brillo por si alguna vez me siento perdido y necesito tu voz de nuevo. Y cuando me giro, la realidad me golpea con todas sus fuerzas: encuentro los motivos para luchar, para seguir intentándolo, en cada rincón de tu sonrisa, en el camino hacia tu casa, en tus piernas entrelazándome sobre el sofá mientras dejamos que pasen las horas, sin necesidad de alimentar el fuego. Tengo la mochila repleta de trocitos de nosotros que no se merecen ser arrastrados por la marea. Son esos instantes los que me hacen latir, los que provocan que te piense con tanta facilidad. Y puede que parezca difícil de entender, pero aprendí a valorar nuestra forma común de mirar el mundo como si se tratara de un tesoro, de algo que sólo tiene sentido si lo mantenemos vivo desde las dos orillas del río. Y ahora vuelvo al borde, a asomarme a tus ojos sin fondo para acompañarte una vez más, para estar ahí aunque nos movamos en el ojo del huracán. Para tratar de que, como en el poema de Benedetti, por fin me necesites.
Porque no sé hacerlo de otra forma.

19 de mayo de 2008

200

Empiezas a pensar que doscientos asaltos son demasiados combates seguidos. Y apenas has tenido tiempo de pararte a levantar la cabeza entre uno y otro, porque prácticamente has hecho lo único que sabías, y a veces ni siquiera tenías claro hacia dónde levantar los brazos, simplemente tratabas de encajar los golpes de la mejor manera posible. Por eso ahora te descubres cansado, te cuesta reconocerte en la imagen que te devuelve el espejo.

Ahora tienes claro que la contra está bien para aguantar un par de noches, pero no puedes permanecer eternamente al borde, porque también la tierra se ha comenzado a mover bajo tus pies, y corres el riesgo de quedarte colgado del otro lado del columpio. Frente a esto, desconfías de las voces de ánimo desde la esquina, porque ya no distingues quién está de tu parte y quién espera verte caer; así que tu única tabla de salvación es ese abrazo partido, tratar de evitar el cuerpo a cuerpo de la única forma posible. Es como si intentaras apagar un fuego con las manos desnudas; mientras lo haces no sabes si es mejor el remedio o la enfermedad, pero una vez que has empezado no puedes detenerte. Y admites que todo sería más sencillo si no hubiera campana que anunciara el final, si la lucha acabara sólo al decidir que ya es suficiente.

Cuando los músicos se marchen a dormir no nos quedará más remedio que continuar bailando en silencio.

15 de mayo de 2008

unos breves apuntes sobre tus pies

La chica de los tobillos finos pretende tener siempre la última palabra, y ensaya contra ti sus miradas duras desde el fondo del bar, ajena al humo y las risas. Camina sobre las sábanas desordenadas como si desfilara en una pasarela, juega con los diccionarios y te cuenta historias que siempre terminan en un aeropuerto, plano largo, luz cenital, música de fondo. No puedes dejar de rodar por el precipicio que te tiende, vas y vuelves en torno a ella pero nunca consigues descrifrarla; es como un abrazo que no acaba de completarse. Domina a la perfección los juegos de azar y los campos minados, parece que ha crecido en ellos. Se tumba sobre la hierba mojada e imagina cómo sería todo si, cuándo llegará el momento en que, y cuando se levanta algo ha cambiado, tiene una forma de hablar y de sonreír completamente distinta. Tiene algo de pantera y algo de nube, y por sensaciones como estas es imposible volver de ella, es un camino de sentido único, una avenida bajo el sol en plena madrugada.

13 de mayo de 2008

he tratado de ser justo...

Empieza con un café. Una tarde cualquiera de mayo, puede que sea sábado o domingo, a estas alturas da lo mismo. Hace sol, y puedo ir en manga corta desde mi casa hasta la parada del metro. Es curioso, no hemos vuelto a vernos nunca allí, como tampoco hemos repetido bar: no recuerdo cuántos cafés, cuántas cervezas habremos compartido, pero te puedo asegurar que siempre hemos ido a un bar distinto. Esto convierte cada vez en una ocasión reconocible, en un momento asociado a un lugar, o tal vez es al revés, cada vez que vuelvo a esos lugares recuerdo que en aquella mesa del fondo, detrás de la máquina de tabaco, o en un par de taburetes junto a la barra, hemos desgranado un poquito de nuestros puzzles; tirando del hilo para descubrir en qué punto se cruzan nuestros dos ovillos. Y hay un campo magnético que nos mantiene cerca aunque a veces pase más tiempo del deseado entre cerveza y café; ese campo nos impide desconectar sin que haya una explicación sencilla. Y son ya dos años y durante este tiempo cada uno ha tenido sus momentos, sus etapas, pero el otro siempre ha sabido estar ahí, permanecer, saber cuándo hablar y cuándo simplemente acompañar. Y ese vínculo es algo tan propio, tan nuestro, que resulta prácticamente imposible aplicarlo a cualquier otra relación social. Por eso lo valoro tanto, y por eso me gusta pensar que estos 721 días no son más que un granito de arena en esa playa que tan bien conocemos, y que todavía nos quedan muchos bares que visitar. Nos afectan los cambios del viento más que a nadie, pero sabemos adaptarnos a las marejadas. Este es el momento de la celebración, y ahora soy plenamente consciente de que nos encontraremos cada vez que nos haga falta en la esquina de costumbre, a pesar de nuestros desfases horarios. Siempre tendré un hueco para tejer tu presencia despacio.