24 de septiembre de 2010

boceto (sólo somos memoria)

te vuelves hacia la pared para decirme,

puede que cuando vuelvas yo ya no esté
y de mí sólo queden sombras frías, miradas perdidas
que perduren mucho más de lo que quisieras
y sólo desaparezcan cuando todo esté por fin seco

entonces los recuerdos se volverán fugaces
como el plano y contraplano que dibujábamos ayer,
como los cortocircuitos superficiales que provocamos:
involuntariamente letales,
alquimia inmóvil que no podemos controlar


hasta ese momento naufragaremos cada mañana
interpretando el papel que mejor nos va;
tratando de engañarnos en serio, sembrando sal a cada paso
llenando las maletas de polaroids desenfocadas
como dos náufragos que niegan su condición


quédate sólo un rato más


mintamos

sólo una vez más



desde el principio

13 de septiembre de 2010

eli

Veía tus ojos hipnotizado, intentando desentrañar el código, a través de la llama que encendía tu cigarrillo entre estertores eléctricos. Mientras descubrías que odio bailar pero que estaba dispuesto a disimularlo, me iba sumergiendo en tu sonrisa, buscando resortes que la hicieran brotar. Algo había saltado por los aires entre nosotros, algo tan frágil que no nos atrevíamos a pronunciarlo por miedo a que se hiciera real, como una enredadera de papel en torno a mis gestos torpes, que eran el reflejo de un antiguo amigo tuyo, y tus certezas transparentes, que habían echado a volar convertidas en la voz que elegiría para escuchar durante años y años historias de tu vida y la mía. Tan diferentes como el agua y la sal; yo viajaba asomado a la ventanilla trasera del autobús mientras tú eras la astronauta  que daba la enésima vuelta en torno a la Tierra; incapaz de comprender nada, sólo podía admirar la estela que dibujabas en el cielo. En realidad esta vez yo era un espectador más, y eras tú la que corría detrás de una estrella fugaz tras otra; así que cuando por fin alcanzaste tu recompensa y te giraste alzando tu trofeo, me tocó a mí besar la lona en silencio. Habías querido reír y bailar hasta el amanecer, y yo me había perdido en callejones mal iluminados, por no querer asumir las reglas del juego. Por lamentar tu ausencia cuando aún estaba a tiempo de bucear en tu sonrisa un ratito más. Sólo para sentirme de vuelta.

3 de septiembre de 2010

sooner or later, one of us must know


Yo era el vecino del sótano; te acuerdas? aquel que aporreaba frenético la máquina de escribir intentando transformar cicatrices en música. Cada noche, al sacar la basura, miraba a las alturas y te veía asomada en tu ventana, sonriendo, soplándole pompas de jabón de mil colores a la luna. Recuerdo pisar tus calles y echarte de menos, era mayo y aún no te conocía; los miles de cuentos que nos acariciaron todavía no habían nacido. Después vinieron las servilletas repletas de versos, los molinos de viento y las madejas de dos colores. Historias sobre pintores al otro lado de la frontera, con gatos sabios que siempre caían de pie; un solo de armónica que parecía eterno. El bar en mitad del desierto en el que sonaba una y otra vez un vals que nadie escuchaba. Una mañana, pensando que nada podría destruirnos, subimos a trenes que partían hacia puntos cardinales opuestos. Desde entonces hemos vuelto a intentarlo cada uno por nuestra cuenta, pero la alquimia no funciona así, e invocarte a través las cuerdas de tender ropa no va a servir de nada.  Pronto volveré a recorrer a ciegas los caminos en los que tú y yo fuimos fuego durante un instante azul, sin cerrojos ni emociones de prestado. Con las ganas de repetir cada frase, cada paseo, como si estuviéramos todavía en una película de las tuyas. Al fin y al cabo, nada de esto es cierto: no es más que otra canción de carretera, de ventanillas bajadas y palabras desordenadas al azar que intentan dibujarme al trasluz, sin conseguirlo del todo.