18 de junio de 2006

desfase horario

Si el objetivo es alcanzar el número uno, puedes ir borrándome de la lista. Al fin y al cabo, sólo soy un par de manos abiertas, palmas hacia arriba, extendidas sobre la mesa. Tan inofensivo como pintar un amanecer del color de tus ojos. Y de vez en cuando contarte un poquito, apenas una diapositiva, acerca del chico que buscaba la felicidad armado con un cazamariposas y media sonrisa; aquel chico que caminó durante tanto tiempo que acabó en una vía muerta al otro lado de la frontera, donde los sueños dejan de respirar. Convertidos en extraños, completos desconocidos que cada vez que se desencuentran se sacuden el polvo acumulado de sentirse incompletos, pronuncian cuatro palabras en un mal francés y juegan a detener los relojes de la plaza. Hay tanta gente dentro de mí que no vas a conseguir asignarme una posición, un puesto en la clasificación, nada de archivadores ni tablas de contingencia. Únicamente un hilo verde nos une, tan delgado que los demás no lo notan hasta que tropiezan con él. Puedes consumirte en tu propio fuego si es lo que pretendes. Yo sólo soy las manos extendidas.

15 de junio de 2006

ciclo

Hacía ya tiempo que veíamos acercarse la tormenta, pero tus ojos siempre me parecieron aguas tranquilas. Recuerdo el viaje, la oscuridad y aquella forma que todos tenían de mirarnos, como fuéramos culpables de desvelar el secreto, de no divulgar los misterios. Parecía que el destino nos iba a aplastar como un elefante a un junco, y después nos levantaríamos intactos. Nadie es capaz de sentir el vértigo en ese momento, aunque acabe de trepar desde el fondo del precipicio y apenas pueda sonreír. Más tarde todo se convierte en hueco que pronunciar, en posibilidad perpetua, recuerdos flotando en el aire y montaña de platos sin fregar. Piénsalo bien, estás a punto de echar a rodar de nuevo la bola de nieve; de sobra conoces lo bueno y lo malo que está por venir. Como en aquella tormenta de verano, tú decides dónde resguardarte.