31 de mayo de 2010

Lorentz

Si no dejamos respirar a la electricidad los tres acabaremos ahogados, hay demasiada presión en este charco y nuestro caleidoscopio siempre se empañó con facilidad. Al otro lado de la puerta no hay nada, pero suena como si estuvieran celebrando la última farra antes de cerrar. Nadie nos estará esperando cuando se termine el asfalto; en realidad todos los refugios están completos cuando no consigues desprenderte del olor a pólvora. Entre las rendijas de las ruinas quemadas resuenan los ecos de nuestra historia, nacida muerta, por culpa del principio de indeterminación y de la incapacidad para hacer coincidir los momentos con las emociones. Tiende las manos, tal vez consigamos orientarnos en la oscuridad; de todas formas la luz del día nos volvió la espalda con los primeros compases. Las corazas son fugaces y los recuerdos lentos; cada mañana es un cable a tierra, disfrazado de rutina en medio de la tormenta perfecta.

Un día me levantaré y comenzaré a caminar en la dirección adecuada.

26 de mayo de 2010

estos son los míos

Prometo dejar de correr como si el mundo fuera a caer sobre mi espalda. Prometo esperar a que la sangre se seque sobre el papel, evitar dibujarnos entre el viento de poniente y el de levante, condenados a abrazarnos a través de palabras y acordes, tras renunciar a mirarnos a los ojos. Prometo no creer haberte encontrado al girar cada esquina, en cualquier beso no tan salado. Hacer aún más habitables mis silencios, permitir que puedas entrar en ellos, pasear descalza, tal vez con flores en el pelo. Disfrutar de las derrotas casi tanto como de las victorias; comprender que los cimientos más sólidos son los que no se pronuncian en voz alta, simplemente se escriben en la orilla. Salir juntos a la superficie, sin necesidad de periscopio. Prometo mirar hacia tu sur desde mi norte, y hacia tu norte desde mi sur. Enseñarte cuánto de lo que soy yo eres tú.

Y prometo darte razones para sonreír de continuo. Porque nada que duela tanto merece la pena. Aunque no te lo creas.

7 de mayo de 2010

ella nunca tropieza

Puedo tomarme todo el tiempo del mundo en despojarte despacio del disfraz; desnudarte es algo que debería ser una obligación diaria. No necesitas ningún argumento más, simplemente dame la mano y seamos meros espectadores de la transformación de esta tarde de noviembre en la mañana de mayo, como si fuera el nacimiento de una mariposa. Si nos toca besar la tierra seremos un par de esas manzanas que caen al suelo y van apagándose muy lentamente, componiendo una banda sonora que nadie escuchará y crecerá semiescondida, entre tus marionetas-pájaros y mis pájaros-marionetas. Todos los que te contemplaron antes que yo, aquel libro que tanto te costó abandonar, las mentiras necesarias para encontrar la verdad en un callejón cualquiera, tan sólo eran la excusa perfecta para encontrarte abrazada a la guitarra, recortada contra la luz de tu habitación. Hasta las sombras te deseaban, cómo no iba a hacerlo yo. Y hoy toca gabardina canadiense y armónica en la oscuridad, café amargo y cuentos hasta tarde. Hoy no existen relojes ni anclas; sólo este pequeño rincón desde el que se escucha arder la soledad del mundo.