30 de septiembre de 2007

a sangre y hierro

Hay piratas que recogen del suelo las balas que un día me atravesaron, se golpean el pecho con ellas y fingen padecer lo mismo, mientras con la punta de la bota empujan mi cadáver colina abajo. En realidad el fondo del río está cubierto de despojos, de corazones incapaces de soportar otro asalto más, pero siempre aparece algún navegante incauto dispuesto a tomar prestado de aquí y de allá para hacerse una coraza de plástico y esconder la firma en el último cajón. Tu recuerdo me adelanta por la derecha, y lo primero que siento es un sabor dulce y amargo, a sangre y hierro. No tenía ni idea de lo que estabas diciendo, por eso no pude ni siquiera sentarme junto a ti, y cuando comenzaron a llover piedras ya estabas demasiado lejos como para escucharme pedir perdón. Había que estar allí, esperarte junto al metro, prender fuego a los puentes y estar dispuesto a apostarlo todo en la ruleta. Tú lo entendiste antes que yo y pudiste escapar a tiempo. Tu imagen es la bola de demolición en la papelera, no puedes usar el freno de mano a doscientos kilómetros por hora: estas cosas sólo se aprenden cayendo y volviendo a levantarte aunque eres consciente de que no puedes acabar entero. Otros eligen el camino fácil construido a golpe de ratón; así todo queda en familia. Tal vez un buen día traguen saliva y noten la sangre, el hierro. No saben lo que se están perdiendo.

24 de septiembre de 2007

b.s.o.

Iba a decirte que hoy no soy capaz, que no tengo el sonido adecuado en la cabeza, pero siempre funcionas como combustible en forma de palabra, y aquí estoy, dándole vueltas al misterio de un trozo de madera y unas cuerdas, que con la tensión adecuada, son el arma más perfecta en determinados momentos. Y nada puede evitar que nos mojemos cuando las tormentas nos atrapan en un callejón; porque hay cierta clase de cosas que no nos piden permiso, pero sólo nosotros tenemos la habilidad suficiente para zafarnos de la rutina, para hacer desaparecer las nubes a base de conjuros misteriosos que muchos pronunciaron hace años, mucho antes de que tú y yo cruzáramos trayectorias frente a un mapa del metro. Por eso tengo un sonido para cada uno de tus momentos, para que nunca te falle la banda sonora ni creas que bajo tus pies sólo hay precipicio. Siempre hay un acorde escondido en tu sombra.

18 de septiembre de 2007

érase otra vez

La princesa de los besos a medias está acostumbrada al borrón y la cuenta nueva; es experta en empezar de cero y si lo necesitas puede darte un par de clases particulares sobre cómo caer de pie. Nunca se perdió en ninguna tormenta, así que la otra noche cuando la vi aparecer entre el humo y los cuerpos sólo pude sentirme a salvo y tratar de contagiarme con un poco de su magia. Caminaba de puntillas sobre la realidad, sobrevolando el mundo con los hombros desnudos, y todos la miraban y al momento comprendían lo lejos que está de cualquier realidad tangible. Pero los érase una vez siempre esconden la cara oculta de la luna; es relativamente fácil deslumbrarte con el brillo de sus ojos, y entonces sólo te quedas con su sonrisa; es algo tan complicado como intentar descubrir la pieza que falta en el puzzle. La princesa de los besos a medias vuelve a reinventarse una y otra vez cada domingo por la mañana, porque baila tan lejos de todos y de todo que nadie es capaz de entender por qué estando siempre tan bien rodeada se siente tan sola.

11 de septiembre de 2007

track 9

Recuerdo la oscuridad de una sala de cine y tu cuello eterno latiendo bajo mis labios. Si cierro los ojos, es la primera imagen que aparece al recordar los días junto a ti. Hace tiempo que descubrimos que bailamos a ritmos distintos y yo sigo volando en solitario sin parar en ningún puerto; pero eso no impide que todavía seleccione con el máximo cuidado mis palabras al imaginarte, mientras sonrío y afirmo que a nadie he amado más. Sigo marcando este día en rojo, como una fecha importante, fundamental en mi vida, del mismo modo que me estremezco una determinada mañana de julio. Y tengo la certeza de que no dimos ningún paso en la dirección equivocada, simplemente recorrimos un camino que nos llevó a destinos diferentes pero necesarios para ser las personas que hoy somos. Por eso hoy de nuevo me asomo a la ventana y te envío mis abrazos más largos.