30 de octubre de 2006

N-340

La última vez fue parecida a todas las demás, pero algo ardía en el fondo del vaso, como una premonición. Había dejado las ventanas de casa abiertas, y las llaves puestas en la cerradura: muy poco que perder, y quien quisiera llevarse algo de allí, no conseguiría más que promesas incumplidas y trozos de futuro desperdigados por el suelo. Estaba en la parada de taxis, la espalda apoyada sobre el cartel del último concierto. Recuerdo verte a lo lejos, caminando despacio, casi a cámara lenta, plano americano. Sin banda sonora, no te hacía falta. Luz natural. Supe en ese instante que había encontrado el núcleo, el centro sobre el que orbitar sin pasar dos veces por el mismo punto. Siempre venías de la misma forma, yo sentía que el resto del mundo era idiota por no darse cuenta. No tenía nada que ofrecerte, salvo los despojos que no interesan en la casa de empeños, pero a ti parecía no importarte. Tu mirada decía que pocas cosas se te resistían, eras un mapa de carreteras secundarias, calles secretas en una noche fría. Mi problema es que nunca supe lo que quisiste decir cuando estabas tan cerca que podía ver a través de tus ojos, y entonces todo se vuelve una lengua extraña, un recorrido cubierto por la niebla. El error es más pequeño cuanto más me aproximo a cero, decías, pero el peaje es demasiado caro y nunca llevo más de dos monedas en el bolsillo. Así que nos limitábamos a prender fuego a sobres sin sello, a arrojar recuerdos desde la ventanilla del coche pensando que si conseguíamos borrar lo que habíamos sido por separado, ya no habría razón para no sonreír a oscuras. Cuando se nos acabó la gasolina, ya no había nada que quemar. Tampoco podíamos ir más lejos, ni siquiera dar media vuelta y desandar el camino. Todo estalló, rebotó y chocó contra las paredes de la habitación, pero en el silencio más absoluto. Las huidas de invierno son duras, los días son demasiado largos y las noches nunca duran lo suficiente como para compensarlo. Aún así, tú repites: no digas que no te avisé cuando desaparezca nuestro futuro.

17 de octubre de 2006

autopsia

Debería buscar una verdad más amplia, algo asible que flotara en la tormenta, pero sólo entiendo tu lenguaje, tu me enseñaste a pronunciarnos al oído, dentro, y ahora alejarme sería quedar a la deriva. Me acostumbré con demasiada facilidad a tu capacidad de encantadora de serpientes, lluvia y tardes descalzos, distancias recorridas con sólo cerrar los ojos y respirar tu mismo aire. Compartiendo de puntillas un instante en plena avenida, hora punta y semáforos en ámbar. Despertarme y zambullirme de cabeza en tu pelo. Ahora todo eso me parece borroso, casi como un recuerdo de niñez, algo vivido en tercera persona. Y sabes bien, porque tú lo sabes todo, y lo que no sabes lo intuyes, que soy incapaz de visualizarlo, que borré los momentos más dolorosos pensando que con eso bastaba, pero cuando terminé me di cuenta de que hacen más daño los pequeños gestos, esos momentos aparentemente sin importancia. Como aquella vez en la entrada del cine más pequeño del mundo, cuando te giraste de repente y llorabas de frío, y yo me sentí tan diminuto y necesario como una tirita, un parche de los que usábamos en las rodillas de los pantalones cuando preferíamos experimentar la fuerza de la gravedad antes de volvernos demasiado graves. Por eso pienso que la salida más fácil suele ser la de emergencia, dos pasos y ya estás fuera, el problema es que no sé interpretar las señales. Contigo se fueron también el viento y la marea, y no encuentro la llave. Me enseñaste a olvidar todo lo que había aprendido, y ahora no consigo olvidar lo que aprendí de ti.

2 de octubre de 2006

RUMM

la señorita Demasiado te golpea duro
sabe cuáles son tus puntos débiles
espera a que las apuestas suban
justo cuando están en la cima
te vuelve a golpear,
donde más duele
es su especialidad
tú procuras
cumplir bien tu papel
decir frases ingeniosas
escupir al suelo de vez en cuando
ya sabes
todo lo que se supone innato
en alguien de tu talla
aguantas hasta el último
y ella se lleva la bolsa

en el fondo, todo es miedo
miedo cuando sonríes
tratando de ocultar
tu propio miedo, identificable
incluso a diez manzanas de aquí
nadie se sorprendería de verte
paseando una noche
tu miedo por los bares
como una piel de cordero
con demasiados arañazos
pero así están las cosas
y nada parece anunciar
un cambio a corto plazo,

así que aprieta bien los dientes,
aguanta otra embestida
y puede que consigas el título
si no lo logras
no te preocupes,
algún aspirante lo hará por ti
créeme
sobran aspirantes

la otra noche
alguien se apiadó de ti
se te acercó despacio
diciendo lo que todos pensamos
tal vez deberías
dedicarte a otra disciplina
la señorita Demasiado
no necesitó tantos combates
para aprender a mantener la guardia
para morder antes de ser mordida

para defenderse
de lobos miedosos