12 de mayo de 2007

la chica de la camiseta rosa (cómo escapar de la casa de espejos)

La chica de la camiseta rosa se merece un final feliz, uno de esos de cuento de hadas. Si crees que la suerte es una brújula, el azar brillando allá arriba como una estrella polar, entonces eres capaz de empeñar tu futuro con tal de revivir tu pasado; apostarlo todo al negro es una postura más conservadora de lo que imaginas, y que aciertes la próxima canción no implica la vida eterna. Porque la verdad no está hecha para ocultarla en los bolsillos, hace varias noches los traspasó con un ruido sordo, y ahora se derrama sobre tus rodillas, con grave riesgo de inundación. Decían, la mejor posición siempre es la primera fila, al pie del escenario, y mientras sonreían nos daban un telescopio y un par de grilletes a cada uno. Tú interpretabas tu papel con cualquier voluntario que se ofreciera, como el mejor mimo del mundo, y a mí me tocaba la parte logística y el aprovisionamiento emocional; te sentías muy importante cuando decías esas dos palabras en concreto, con los ojos como témpanos. Afortunadamente, no tardaron en descubrir nuestro juego, somos incapaces de mantener la boca cerrada, y en ese momento la culpa y el rencor acababan de salir al balcón a fumar mirando a la luna. No nos quedó más remedio que quitarnos las máscaras, y bueno, todos los chicos se quedaron mirándote, y yo sabía exactamente lo que estaban pensando, ese dolor tan poco frecuente. Esa certeza de que hay personas destinadas a permanecer para siempre en otro espectáculo privado, para el que no tenemos invitación. Te cedí el paso al abrir la pesada puerta, y aún sentía esas miradas mientras nos adentrábamos en la noche fría.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Los finales felices son aburridos.

Comieron perdices y fueron felices para siempre...

Ella se le comió el corazón y fue feliz para siempre...

Está mejor, ¿no?