28 de abril de 2011

era tan fácil

porque la Vida,
subrayada y en mayúsculas,
siempre estuvo de este lado.

Por eso ahora estoy cosido a tu sombra,
y cada vez que alzas el vuelo me llevas contigo.
Y cuando cruzas los puentes y después los derribas,
sabes que sería capaz de atravesar el océano
caminando por el filo mismo de la navaja
sólo por llegar a tu lado,
y quedarme un paso por detrás
para seguir aprendiendo de nosotros.

Sentado como un niño eterno bajo un sauce,
escuchándote soñar en voz alta
con mandrágora sobre rocas húmedas,
con calas asomadas a la carretera.

porque la Vida,
a doble espacio y en letras de imprenta,
somos tú y yo en cualquier retrovisor.

11 de abril de 2011

sobre fuerzas conservativas y no

Me hablas de un instante concreto, de un día cualquiera de hace unos años, antes de que la ola empezara a abrazar la piedra, y me sorprendo cuando tengo que hacer un esfuerzo para recordarlo, como si lo hubiese envuelto la niebla del tiempo. Imaginar de nuevo el escenario, los personajes; construir la secuencia desde cero. Hay tantas cosas que han cambiado, sentimientos que dan unas cuantas vueltas, nos miran a los ojos y un día dejan de existir, sin más explicaciones. Y no puedo evitar preguntarme por la capacidad de almacenamiento de emociones que tenemos, cuando cada día es una celebración, una colección de momentos que etiquetar y recordar, pequeñas fotografías que van cubriendo las paredes de mi corazón, desde el suelo hasta el techo, como diminutos azulejos, todos diferentes; formando una estructura completamente nueva, algo que nunca antes había estado ahí.
Pronunciarte siempre fue una forma de redescubrir el mundo desde este lado, en el que no existe la gravedad y la luz entra por todas las rendijas. Si el trabajo para desplazar una partícula entre dos puntos fuese independiente de la trayectoria seguida, no tendría ninguna importancia el camino recorrido desde la primera vez que nos vimos hasta esta fotografía torpe, movida, en la que estoy dibujándote con trazos imaginarios mientras te recoges el pelo sobre la nuca. Nuestra forma de querernos siempre fue diferente, nunca tomamos el camino fácil, y evidentemente, si no nos hubiéramos perdido nunca habríamos llegado al mismo punto de destino. Si no hubiéramos saltado en ningún momento; si no hubiéramos coincidido en la profundidad inhóspita, en la travesía del desierto que nos estremeció en etapas diferentes. Tan cerca el uno del otro que parecíamos incapaces de vernos.
Y ahora alza el vuelo un poco y míranos en perspectiva: completamente embriagados, rodeados de esquejes de nuestro universo, que empezó siendo una cáscara de nuez a merced de la tempestad, y poco a poco ha ido creciendo; está en constante expansión, cubriéndolo todo, como la vida va dejando sus pequeñas pinceladas en los rincones cotidianos, para recordarnos que hemos detenido el tiempo y estamos ahí, abrazados, apurando cada paso. Creando algo.