24 de octubre de 2007

coordenadas cartesianas

Recuerdo el momento como si hubiesen pasado dos minutos desde entonces, y no dos años. Tal vez tres. Tú llevabas el abrigo verde con los botones rojos, el pelo recogido, y yo intentaba mi enésimo aterrizaje de emergencia volando con un solo motor y sin la gasolina suficiente. Sonreíamos mirando al suelo, tratábamos de aprender de memoria el manual de instrucciones, de retener cada segundo respirado junto al otro. Entonces te giraste, como buscando un refugio, y me abrazaste con fuerza. Yo me mecía despacio, aspirando tu aroma con intensidad. Había un poco de desesperación en aquel gesto; quería creer que en algún lunar de tu clavícula derecha se escondía la solución a todos mis problemas, pero no tenía la menor idea de dónde estaba la solución a tus propios problemas. En mi clavícula no, desde luego. En ese instante entró un tren en la estación y la atravesó sin detenerse; cuando pasó a nuestro lado noté el viento caliente surgir como un fantasma por encima de tus hombros, rodeándonos, fundiéndose en nuestro abrazo largo, y volviendo a escapar junto con el último vagón. El resto de personas en el andén seguían esperando, leyendo el diario, o mirando las pantallas de información; una parte de nosotros ya no estaba allí, y no volvería a aparecer nunca más. Algo de lo que habíamos sido hasta entonces se perdió en la oscuridad de aquel túnel, y otra vida nació en ese chispazo de energía. Ahora, cuando llevo varios días dando vueltas sin encontrar la salida del laberinto que yo mismo he construido, bajo a aquel andén y recorro paso por paso el camino para volver al punto donde me abrazaste. Donde tomamos el desvío que nos ha traído hasta aquí.

6 comentarios:

Elena -sin h- dijo...

Dice la sabiduría popular que no se debe volver al lugar al que se ha sido feliz. Y la solución a los problemas jamás se encuentra en una estación de tren, allí solo nos despedimos de ellos para volver a encontrarlos más tarde.

Anónimo dijo...

Si lo construiste vos mismo le encontrarás la salida seguro.

Beeeeeeeeeeeeeso

sb dijo...

vaya Sherezade llevo siguiendo sus pasos desde hace un rato.. debe ser que paramos en los mismos bares y me robas las palabras (me las robas y las haces más bonitas)...

Anónimo dijo...

Consejo de alma con parches:
Recorre todas las estaciones de trenes en las que dejaste algo de tí mismo. Recoge tus trozos. Quizás entonces, cuando estés entero, puedas salir del laberinto y encontar lo que buscas.

Princesa de Un Cuento Infinito dijo...

yo lamentablemente... deje muchos trozos de mi regados en todos los lados donde estuve, al punto que no se si lo que soy es lo que fui y si lo que tuve lo quiero recuperar... que buen blog y que buenos los comentarios que te dejan... saludos,

black panero dijo...

Buscando un poco, vagando otro poco, te encontre. Hay tantas cosas que decir y tan complicado hacerlo algunas veces, y que bien te sale. 1 abrazo.