23 de agosto de 2010

dachshund

volvemos a las noches rápidas, a las derivas controladas en las que cuando estás a punto de rozar el barro consigues remontar el vuelo, tan sólo lo necesario para estrellarte un par de metros más allá. noches en las que las falsas treguas nos persiguen como los mapas viejos, los libros que nunca volvieron, los planes b que no funcionaron. con todo el tiempo del mundo para aprender a su sombra, pensando, te romperá el corazón una y mil veces y volverás a intentarlo, qué otra cosa sabemos hacer, alguien decidió que esto estaba bien y aún estamos girando en el carrusel. al menos esta noche las estrellas han salido a saludarnos, y hay música, vino y risas, y todas las cicatrices parecen esconderse en el humo, esperar a que llegue el tiempo de las manzanas y bajemos la guardia un instante. entonces se acerca y te susurra, árdeme, y no sabes muy bien a qué se refiere pero estás deseando hacerlo, perderte en uno de esos collares con nudos que nunca antes habías visto, no aprendiste a disimular ni a mentir, y ves que sonríe de esa forma que lo es todo, es algo definitivo y a lo que podrías asirte en la tempestad. y sabes de sobra que después hablarán las llagas, que todas las piedras que necesitéis para construir la fortaleza se volverán arena, pero ahora no, ahora hay electricidad en el ambiente, y de repente, sin darnos cuenta, vemos el sol aparecer, y suena la última canción. no importa lo rápido que corramos, las noches rápidas siempre consiguen sacarnos dos cuerpos de ventaja: el tuyo y el mío.

17 de agosto de 2010

zarpazos

No te molestaba el ruido de los aviones, sobrevolándonos en aquel campo junto a la carretera. Era el otro ruido, el que nos impedía pensar con claridad, como la noche junto a la playa en aquel torbellino de gente. Las horas lentas cayendo suavemente como enormes panteras de peluche, como si en el fondo fuéramos capaces de jugar con el tiempo, manipular lo que ocurrió y lo que no, para hacerlo comprensible, apto para el gran público. Con el tipo de luz difusa que dan los días nublados reflejada en tus ojos, sin saber dónde empieza el cielo y acaba el mar, el mar nunca se acaba, dijiste muy seria. Pero tenemos la fea costumbre de buscarle a todo un comienzo y un final, de poner cotas, vallas que delimiten los territorios desconocidos donde apenas nos atrevemos a aventurarnos. Le damos demasiadas vueltas a lo obvio, nos perdemos en los márgenes, somos por un momento una pincelada perdida en mitad del bosque encantado de Pollock, inventando idiomas sobre la marcha y riendo a carcajadas. Buscaremos la forma de hacernos escuchar, no debes preocuparte por eso ahora, tan sólo sumérgete en la marabunta y alcanzaremos la meta. Cada noche, volviendo a mi casa desde la tuya, daba miedo verme: volviendo sobre mis pasos en cada esquina, perdido en mitad del camino a ninguna parte. Era la persona más sola del mundo.

7 de agosto de 2010

tobogán

el dragón perezoso decide no ir más allá

lleva una temporada soltando lastre

las gaviotas hacen cada vez más ruido

y apenas quedan horas un par de horas de sol


no me pidas

demostraciones palpables, argumentos definitivos

me gustaría pensar que me muevo bien en el alféizar

aunque sea incapaz de levantar el vuelo


ya no me persiguen sombras nocturnas

pero estoy convencido,

todo era mucho más interesante

cuando sí lo hacían


cuando había finales felices

al otro lado del cable