31 de agosto de 2011

Mediodía

Ya no podremos reservar la suite del Chelsea
ni preguntar quién lanzó el vaso por la ventana,
pero nos quedan aún miles de noches eléctricas,
de fiestas en las que nunca haya demasiadas guitarras
y resulte imposible llevar la cuenta de las risas
que van cayendo, colina abajo, chocando entre sí,
en una cascada permanente y luminosa.

De la misma forma,
mis dedos en tu nuca imitan el sonido
de mil cristales al romperse en la oscuridad;
son anillos concéntricos que no pueden dejar de crecer
y en el vórtice siempre quedas tú,
girando en el carrusel,
rodeada de cerraduras abiertas y películas mal dobladas

Por eso no me detengo ante las flores,
ni tampoco me arrastran las fronteras.
Hay una fuente de energía mucho más fuerte
que me lleva a sumergirme sin oxígeno
en todas las gotas de lluvia que descansan en el alféizar.

Yo soy quien te acaricia los párpados cuando el mundo se derrumba.