31 de mayo de 2005

Todavía no

Tan fácil como subir la persiana, dejar que entre la luz por los cristales. Hace falta atravesar el desierto, pasarlo un poco mal (un poco tan sólo) para descubrirte, para poder escribir tu nombre con buena letra, sin anotaciones al margen ni pies de página. Un buen día todo se acaba, se acaba y empieza de nuevo, pero ahora de una forma completamente azul, y nosotros seguimos siendo los mismos, cogemos el teléfono con la misma mano y tenemos el mismo temblor en la voz. Aunque parece que han pasado siglos; seguramente hace tres o cuatro siglos que no te miro con tanta intensidad: no sé dónde he estado, pero ha merecido la pena salir fuera, echar un vistazo por ahí y poder reencontrarte, con la sonrisa puesta, volver a volver. Abrir los cuadernos secretos y seguir tallando poco a poco, ahora con menos prisa y parándome más en tus detalles, las pequeñas vidas cotidianas. Hay que empezar desde abajo, como el primer día. Trozos de papel en el alféizar calado.

21 de mayo de 2005

O es que acaso no hay mañana

Ojalá fuésemos capaces de amarnos con los ojos cerrados, de abrazarnos sin tener una duda sujetándonos por la espalda. Ojalá no nos importara pisar los cristales rotos. Y poder romper con los sentidos, siempre nos traiciona el olfato. No sentirme parte de un ovillo desmadejado, como un temblor que se desmorona. Soy el niño que esconde la cara en la almohada, el perro convaleciente, me pueden las ganas de tirar la toalla. Quisiera empezar a verlo todo a través de una lente deformante, cadena perpetua para expiar nimiedades. Si no te lo cuento me siento incapaz de dormir esta noche, aunque sé que es un detalle sin importancia, con el peso específico del litio. Son las nubes de algodón las que me hacen doblar las rodillas, nunca tuve ninguna resistencia para derrotar a los monstruos que yo mismo creo de la nada. Dame un soplo de aire, un cable para lograr escapar del barro. Se apaga.

12 de mayo de 2005

Empezando por K

A menudo la vida no es mucho más que un silencio previo al disparo, una sucesión aleatoria de triunfos pasajeros y desengaños sin postre. Aproximadamente veinte minutos para despegar, nadie en la sala de embarque y colas en el arco de seguridad: es esa alternativa, esa sombra que sólo se despega de nosotros cuando saltamos al vacío, la que nos hace temblar al pensarlo dos veces. Emergencia, milagro, fin, desconfía, no va más, gana la banca, el pan nuestro de cada día. Cuando me quede sin cerillas, cuando empiece a sospechar de todos los que evitan pisar las líneas blancas al cruzar la calle, sabré que ha llegado el momento. Hasta entonces, ruido blanco: esperaré aquí sentado, afilando mis razones de peso, viendo descender la arena del reloj.

3 de mayo de 2005

tres asaltos

Hoy volviste a aparecer. Últimamente consigues entrar sin llamar, cuando menos te espero, cuando hace meses que no te busco. Ardieron los pedazos de noche que te cogí prestados, y salió por la ventana hasta el último de mis silencios, como estrenando alas con flecos de colores. Todo lo que nos une es redondo, áspero y plateado, amargo y sin vida. Ya no te debo palabras, no colecciono cupones para ganar tu mirada. Perdimos la tensión en algún punto entre aquel vagón de tren y tus ojos cerrados. Los dos tenemos algo que susurrar al tronco de un árbol; ésta no es la manera, no es así como solemos hacerlo, atascos, teléfonos móviles, tijeras sin punta. Muerde mis cartas marcadas, no volverás a verme sonreír.