18 de marzo de 2009

lobos

El chico atormentado sólo pretende llevarte a su territorio, y tú aún te planteas si es lo que te apetece o prefieres bajarte en la siguiente estación. En cambio, el chico que va a salvar el mundo ya es capaz de montar y desmontar su fusil con los ojos vendados, y en el escaparate de la tienda de la esquina sólo quedan saldos y oportunidades pasadas de moda. Mientras tanto parpadea el semáforo y tiemblas de miedo, pensando que aquel hombre que te mira desde el otro lado de la carretera se va a acercar a ti. A preguntarte la hora. A pedirte fuego, cualquier excusa ridícula. Y luego vuelta a empezar. Y aún hay otro chico más, que sonríe sin motivo y sólo espera, fuma a solas y espera, a que llegue la última hora y todos los demás se hayan cansado de la música. Si tuviera que prestarte un consejo trataría de darte todo lo necesario para no depender de este tipo de circunstancias. Te enseñaría que la mayoría de los chicos atormentados son sólo lobos con piel de cordero, e intentaría hacerte comprender que, en el fondo, tiene más mérito crear de la nada que intentar reproducir maneras y gestos. Pero no le des muchas más vueltas, ni busques segundas lecturas: al fin y al cabo hace tiempo que las nubes se fueron y estoy demasiado al sur de todos los mapas.
yo soy un arrecife seco en mitad del desierto,
y tú la flor que crece desnuda entre las rocas.

11 de marzo de 2009

el tiempo es un efecto fugaz

Suena la canción con la que el autobús entraba en tu ciudad en aquel mes de julio; era incapaz de imaginar lo que iba a encontrar. Y la magia dispara la memoria, recuerdo el recuerdo inventado de tu tacto antes incluso de conocerte. Los prontos se acumulan, y pienso en la densidad de determinados abrazos, en cómo un amigo se agarra a ti al sentir que está cerca uno de esos momentos que nadie desea atravesar. Volver de una guerra sintiendo que te van a enviar a otra. Las expectativas desechas, un hilo verde arrastrado entre las piedras. Todo se mezcla con los primeros compases, y no hay un motor más potente en este mundo. Un bono de diez viajes para la zona 1, las monedas equivocadas y una hoja seca que se desprende de un árbol para caer en tu regazo. No hay abrazos como los tuyos, de eso no tengo ninguna duda. Y sólo necesito sentarme al piano para pintarte de nuevo, como el primer día, frente al café central, la gente que nos miraba al pasar y todas las emociones al borde de la piel. Llevo todo eso y mucho más en la punta de los dedos, y tú almacenas nuestra historia en un lunar concreto de tu mano derecha. Así que no podemos caer, hay un nosotros que late escondido en el lugar en el que las personas que nos hacen daño nunca se atreverían a mirar.