27 de julio de 2007

el humo y la ceniza

no podemos buscar nuestro tiempo en relojes ajenos
ni transformar cada viernes con flores en el pelo
en un lunes gris como otro cualquiera.
No nos merecemos los regalos con retraso
ni las postales envenenadas,
hay cosas que no están hechas para nosotros,
o tal vez somos nosotros
quienes no estamos hechos para soportar
la lluvia y el sol, tu oscuridad y la mía.
Nuestra capacidad innata para hacer daño
los pasados y los futuros de ida y vuelta
los recuerdos que se acumulan tras 509 noches.
Así que olvidemos todo lo que nos lastra
lo que nos ralentiza al avanzar
desprendámonos de los mapas
y quememos las referencias exteriores.
Para llegar siempre en el momento preciso
para despertarte cuando más lo necesites
para regalarte una palabra que guardar en el cajón
y poder memorizar cada uno de tus imperdibles
antes de que decidas apagar la luz.
Mientras todavía sonreímos.

22 de julio de 2007

poliedro

Al principio sólo era capaz de hablar con una sola voz. Todo tenía el mismo tono, el mismo color. Pero llegaste tú, y tu presencia comenzó a multiplicar mis estados: de repente consigo convertirme en cualquier momento, independientemente de la posición de los astros. Cualquier sentimiento por hacerte sonreír, por eternizar nuestro mal disimulado vals. Te acercas, apenas llegas a rozarme, y los colores y los sonidos que nos rodean se hacen más intensos; nos subimos a un carrusel de emociones y nada puede evitar que con cada uno de tus gestos me sienta caer un poco más en tu espiral infinita. Es un don de vida que sólo tú sabes suministrar, generando una paleta donde ninguna nota ha sonado antes, jamás. Todo lo que haces, todo lo que hacemos es genuino, nunca había ocurrido. Nadie había imaginado tanta magia. Por eso te encuentro siempre, aunque te alejes sé interpretar las pistas que vas dejando en el viento. Tus huellas son tan profundas que nunca desaparecen: no hay mejor motivo para continuar cada día que la posibilidad de redescubrirte a la vuelta de cualquier esquina, y jugar a conocerte desde cero, como si esta fuera la primera mañana de la Tierra. No quiero volver a tener nunca más una única voz; estoy en pie gracias a las puertas que abrimos a cada paso, en cada beso.

10 de julio de 2007

the origin of love

Nos descubrimos por accidente, como casi todas las cosas importantes. Supongo que a veces te habrás arrepentido de aquel momento; yo te puedo asegurar que nunca me cansé de buscarte: a veces conseguía reconocerte, sin embargo, la mayoría de las veces me limitaba a perseguirte como un niño entre todas las estrellas que brillan en mi playa. Estoy convencido de que te habría encantado conocerla, pero tú tenías un concepto distinto de la felicidad, y nada de lo que nos rodeaba conseguía arrancarte esa espina que te pedía siempre ir un paso más lejos, preguntarte qué había detrás del horizonte. Te recuerdo diciendo “un día me iré y nunca me habrás conocido, nunca te habrás conocido”. Así que no tardaste en hacer las maletas y desvanecerte en la niebla, como en un truco de magia. Irte con la marea. De paso te llevaste cada rincón que había amueblado para ti; me dejaste hueco. Y nadie puede vivir hueco, no durante tanto tiempo. Así que volví a mirar al cielo, a intentar encontrarte allá arriba, guiñándome tu brillo; esperaba recibir algún día un soplo desde cualquiera de los mundos que pretendías conquistar. Y eras siempre tú, ahora lo sé, todas las veces fuiste tú. Pero el tiempo pasa, hoy todos los héroes están cansados, llevo tanto tiempo buscándote que estoy demasiado lejos de mi punto de partida y lo único que he descubierto es que no merece la pena. Ojalá hubiese llegado a esta conclusión un segundo después de que te fueras. Y sé que prefieres los abrazos a las palabras, aunque si te dieran a elegir te quedarías con las dos mitades del amor. Ninguna palabra mía es comparable a un abrazo, pero recuerda que te di todos los abrazos que tenía y ahora sólo me quedan las palabras.