Ellos piensan que no serás capaz. No les des esa satisfacción.
3 de diciembre de 2008
a la chica que nunca se convertirá en sal
Ellos piensan que no serás capaz. No les des esa satisfacción.
10 de noviembre de 2008
las botas azules
18 de octubre de 2008
casi siempre
7 de octubre de 2008
el premio se oculta tras el panel número 2
16 de septiembre de 2008
observatorio
¿Qué es lo que me mantiene en pie?
El fuego. La forma mágica en que seis cuerdas pueden arrancarme una sonrisa o partirme por la mitad. La extraña luz iluminando las aceras al volver a casa el sábado; saber quién permanece cuando el agua ya cubre las rodillas. Los corazones que siguen latiendo bajo los escombros con ese misterioso ritmo irrepetible. La voz-espejo de Bob en don´t think twice. El sonido de los vasos al chocar, ahuyentando todas las alternativas a fantasmas y recuerdos tristes. La sensación de alivio que recorre como pétalos mis venas cuando escucho alejarse la tormenta y celebro que sí, que esta vez he logrado sobrevivir. El brillo en la mirada de alguien que no me conoce pero sonríe al cruzarnos por la calle. Un puñado de fotos de la infancia que aparecen por arte de magia, nadie sabe muy bien de dónde, pero que tienen el mismo efecto que una autopista hacia el sur. Aún conservo la energía de aquellos momentos; después el mundo se vino abajo y tuvimos que inventar nuevas escaleras de incendios como esta. Caballos negros galopando sobre la orilla de cualquier playa en un rincón del continente. El último verso de culminación del dolor. El silencio denso y metálico un instante antes de echar a correr bajo la lluvia, que cae fría, seca sobre los hombros desnudos. Sentirme acompañado, vivo. Llegar, y después permanecer; por ese orden.
6 de septiembre de 2008
vértigo y ecos
El acróbata no ha perdido nada, porque nunca tuvo nada que pudiera perder.
28 de agosto de 2008
naufragios
28 de julio de 2008
real
3 de julio de 2008
esta canción no tiene estribillo
La chica de las gafas oscuras pretende consumir cada palabra que hayas imaginado, pero es incapaz de dar un paso sin tu paraguas. Aprende a golpes, pero no es nada práctico creer en ti mismo si aún no eres consciente de tu propia soledad, de la soledad de cada uno de nosotros. Por eso todos sus intentos se estrellan contra una pared imaginaria que se alza de repente sin darle tiempo a reaccionar.
La chica de las gafas oscuras entra en las tiendas que hay en tu calle como si sus pasos seguros fueran suficiente carta de presentación, levantando un huracán de miradas y comentarios en voz baja que mueren al contacto con la realidad. Tiene demasiados incendios sin apagar y se pasea por ahí con un encendedor y una lata de gasolina que lleva tu nombre. En su último descenso a los infiernos olvidó firmar su carta de despido y cerrar un par de negocios con el chico de la esquina; todos los abrazos se quedaron en la oscuridad y al día siguiente sólo quedaron espejos crueles y huecos en el pecho.
Al recordar lo que no fue, la chica de las gafas oscuras llora como en las películas, sin hacer apenas ruido, pero al sábado siguiente no encuentra el camino de regreso a casa ni sabe retirarse en el momento oportuno: la acosan los fantasmas que no supo esconder entre los dados trucados y vuelve una y otra vez a la casilla de inicio.
Nadie enseñó a la chica de las gafas oscuras a saltar al agua sin cerrar los ojos, y últimamente quiere caminar como si viviera dentro del “Cool it down”, pero llevar una vida fácil es bastante complicado. No basta con tener el rostro adecuado, también necesitas un poco de talento, y nadie puede prestártelo a un interés tan bajo.
Al amanecer nunca hay suficientes versos que hablen de la chica de las gafas oscuras, y el sonido de sus tacones se aleja una vez más por la avenida, dejando a su paso un carrusel envuelto en humo azul y un puñado de verdades que se disfrazan de mentiras piadosas pero que no consiguen engañar al alma.
8 de junio de 2008
Bilbao-Trafalgar
Los días resbalan entre el tráfico aéreo y no es nada fácil distinguir un lunes de un jueves; solamente mirando al sur soy capaz de predecir hacia dónde sopla el viento, con la densidad del aire que entra y sale de tus pulmones. No somos más que dos llaves que han perdido su cerradura, y sólo queda una posibilidad entre un millón para seleccionar la canción que te traiga de vuelta a casa. Por eso se van desprendiendo una a una las letras sobre la mesa, van descendiendo como nubes de algodón hasta las yemas de los dedos que no te rozan y se consumen en una calada lenta y desesperada, sin llegar a acertar en el centro de la diana porque tu voz al despertar es un susurro en fa sostenido que parece a punto de romperse en todos los puntos de inflexión, convexidad implícita en los mapas de carretera. Se cierran las ventanas que se alimentaban del sol y un brillo metálico nos recibe con la precisión perfecta que sólo encuentro en la línea imaginaria que une tu mandíbula con el cielo. Echarte de menos es la sucesión de nudos que soy incapaz de explicarte al oído, y que únicamente respiran a través de frases sueltas gritadas en la madrugada, pedacitos minúsculos de vida latiendo desnudos sobre la arena.
25 de mayo de 2008
los motivos
La sensación es terrible, todo parece resquebrajarse por dentro sin razón aparente. Pero entonces, en el último momento, me detengo a mirar atrás para tratar de memorizar; de recordar al menos un brillo por si alguna vez me siento perdido y necesito tu voz de nuevo. Y cuando me giro, la realidad me golpea con todas sus fuerzas: encuentro los motivos para luchar, para seguir intentándolo, en cada rincón de tu sonrisa, en el camino hacia tu casa, en tus piernas entrelazándome sobre el sofá mientras dejamos que pasen las horas, sin necesidad de alimentar el fuego. Tengo la mochila repleta de trocitos de nosotros que no se merecen ser arrastrados por la marea. Son esos instantes los que me hacen latir, los que provocan que te piense con tanta facilidad. Y puede que parezca difícil de entender, pero aprendí a valorar nuestra forma común de mirar el mundo como si se tratara de un tesoro, de algo que sólo tiene sentido si lo mantenemos vivo desde las dos orillas del río. Y ahora vuelvo al borde, a asomarme a tus ojos sin fondo para acompañarte una vez más, para estar ahí aunque nos movamos en el ojo del huracán. Para tratar de que, como en el poema de Benedetti, por fin me necesites.
Porque no sé hacerlo de otra forma.
19 de mayo de 2008
200
Ahora tienes claro que la contra está bien para aguantar un par de noches, pero no puedes permanecer eternamente al borde, porque también la tierra se ha comenzado a mover bajo tus pies, y corres el riesgo de quedarte colgado del otro lado del columpio. Frente a esto, desconfías de las voces de ánimo desde la esquina, porque ya no distingues quién está de tu parte y quién espera verte caer; así que tu única tabla de salvación es ese abrazo partido, tratar de evitar el cuerpo a cuerpo de la única forma posible. Es como si intentaras apagar un fuego con las manos desnudas; mientras lo haces no sabes si es mejor el remedio o la enfermedad, pero una vez que has empezado no puedes detenerte. Y admites que todo sería más sencillo si no hubiera campana que anunciara el final, si la lucha acabara sólo al decidir que ya es suficiente.
Cuando los músicos se marchen a dormir no nos quedará más remedio que continuar bailando en silencio.
15 de mayo de 2008
unos breves apuntes sobre tus pies
13 de mayo de 2008
he tratado de ser justo...
Empieza con un café. Una tarde cualquiera de mayo, puede que sea sábado o domingo, a estas alturas da lo mismo. Hace sol, y puedo ir en manga corta desde mi casa hasta la parada del metro. Es curioso, no hemos vuelto a vernos nunca allí, como tampoco hemos repetido bar: no recuerdo cuántos cafés, cuántas cervezas habremos compartido, pero te puedo asegurar que siempre hemos ido a un bar distinto. Esto convierte cada vez en una ocasión reconocible, en un momento asociado a un lugar, o tal vez es al revés, cada vez que vuelvo a esos lugares recuerdo que en aquella mesa del fondo, detrás de la máquina de tabaco, o en un par de taburetes junto a la barra, hemos desgranado un poquito de nuestros puzzles; tirando del hilo para descubrir en qué punto se cruzan nuestros dos ovillos. Y hay un campo magnético que nos mantiene cerca aunque a veces pase más tiempo del deseado entre cerveza y café; ese campo nos impide desconectar sin que haya una explicación sencilla. Y son ya dos años y durante este tiempo cada uno ha tenido sus momentos, sus etapas, pero el otro siempre ha sabido estar ahí, permanecer, saber cuándo hablar y cuándo simplemente acompañar. Y ese vínculo es algo tan propio, tan nuestro, que resulta prácticamente imposible aplicarlo a cualquier otra relación social. Por eso lo valoro tanto, y por eso me gusta pensar que estos 721 días no son más que un granito de arena en esa playa que tan bien conocemos, y que todavía nos quedan muchos bares que visitar. Nos afectan los cambios del viento más que a nadie, pero sabemos adaptarnos a las marejadas. Este es el momento de la celebración, y ahora soy plenamente consciente de que nos encontraremos cada vez que nos haga falta en la esquina de costumbre, a pesar de nuestros desfases horarios. Siempre tendré un hueco para tejer tu presencia despacio.
28 de abril de 2008
página no encontrada
11 de abril de 2008
fuego amigo
21 de marzo de 2008
don´t bring me down
10 de marzo de 2008
las virutas y Todo
25 de febrero de 2008
era tu boca
Solamente podía ser ella, sólo ella tenía la suficiente personalidad propia y capacidad de decisión. Tardé en descubrirlo, pero al final de todas las escaleras de incendios, cuando se acababan las puestas de sol y hasta las manos se quedaban sin vocabulario propio, era tu boca la que aparecía salvadora, como un reloj de arena que nunca termina. Y no necesitaba notas en las paredes, ni señales en cualquier escaparate, porque tenía la certeza de que el que permanece en pie cuando suena la campana es el único que se lleva la recompensa. Nos acompañaban los disparos al otro lado del espejo, un coche que acelera, carreras y algún grito, como en aquella sala de cine tan mal insonorizada, y tu boca sonreía hecha un neón parpadeante, en plena esquina de Broadway con la 42. Afortunadamente yo había reamueblado mi alma de los pies a la cabeza y me moría de ganas de verte bajar del autobús, coger tu bolsa, pronunciar hogar, dulce hogar, y abrazo interminable. Se multiplicaban los motivos para estar vivo, con la velocidad supersónica con que tu mano se proyectaba hacia la mía, y los demás nos miraban de reojo, un calendario besaba la lona, crecía la música y bajaba el telón. De repente el silencio se hacía carne, y ya nadie era capaz de moverse de su butaca. Tan sólo tu boca era capaz de construir catedrales de la nada.
Al llegar el día, con las primeras luces, tu boca se apagaba para dar paso a la realidad más gris y absurda. Allá abajo bullía el tráfico, las sirenas y los teléfonos. Entonces cerraba mi ventana y corría las cortinas, para tratar de taponar mis heridas con algo más cercano que el edificio de enfrente. Amanecía un martes cualquiera en Broadway con la 42.
12 de febrero de 2008
aprendizaje
30 de enero de 2008
otis
No deberías guardar las letras caducadas en el fondo del cajón, ya sabes que tienen extraños y mágicos poderes regenerativos, y podrían tomar el mando de la situación si te descuidas; además, mientras estás sentada en la escalera no eres consciente de que tus palabras atraviesan mi estado de ánimo justo en el momento en que me planteaba darle la vuelta a todos los libros, intercambiar las formas incorrectas de energía, poner los calendarios de cara a la pared y decirte alguna de esas tonterías que ya has oído mil veces, pero con la intención de que la recordaras sonriendo como esas canciones lentas de Otis, en las que casi puedes llegar a tocar la luz tenue, con el suelo cubierto de serpentinas efervescentes y el hombro adecuado dispuesto y cerca; ese tipo de melodía en blanco y negro que comienza con los metales y que se va fundiendo poco a poco, despacio, como si te desnudara el alma una y otra vez para acariciarte por dentro, agitarte y dejarte meciéndote suavemente, ya sabes a qué canciones me refiero; en ese instante no importan demasiado los demás, se van desvaneciendo los malos recuerdos y solamente eres algo vivo, un ser único, irrepetible, y sí, definitivamente, son ellos los que se resisten.