31 de enero de 2011

nuevas instrucciones para salvar el mundo

básicamente consiste en tropezar,
caer en el barro una y otra vez,
levantarse como si no hubiera pasado nada,
mirar al sol a la cara
y girar los retrovisores convenientemente
para que apunten al asfalto.

Caminar a tu lado observándote de reojo
y sonreír como un tonto,
recorrer todo el viaje de ida
y el de vuelta
sin dejar de pensarte,
cerrar las heridas que nadie abrió,
hacer cientos de borrones
y ninguna cuenta nueva,

todo eso
también forma parte de la ruta
como si en realidad
todos los mapas estuviesen equivocados,
y sólo nos guiáramos
mediante dibujos en las paredes

dando tumbos sobre un pentagrama
al que le faltan los dos últimos compases.

26 de enero de 2011

ahora

Vamos a toda velocidad, somos tan rápidos que el miedo nos ve pasar desde el arcén, y cuando hace demasiado frío tratamos de calentarnos las manos para poder seguir aporreando el piano hasta reducirnos a astillas. Nos tenemos cogida la medida, conocemos la distancia exacta desde la que disparar, y desde el primer día hemos aprendido a golpear dos, tres veces, algo sencillo, para volver a alejarnos antes de que nadie pueda darse cuenta, aquí no ha pasado nada. Salen palabras de colores por todas partes, y donde menos te lo esperas hay un amanecer privado, sólo para  nuestros ojos; porque rescatamos aquel pedazo de tiza que encontramos en las escaleras, y desde entonces lo utilizamos para encender hogueras. Buscamos el lugar del que brotan las flores más altas, inventándolas cada vez que se esconden. Celebramos pequeñas victorias, conquistas, asaltos, colocando nuestro estandarte hecho con papel de periódico donde más llueve, para ver si el motor deja de girar en algún momento y nos atrapa juntos. Hemos hecho nuestra cada página del cuento, porque somos capaces de saltar de un lado a otro sin perder la referencia del abrazo. Si todo esto no alimenta tus lápices, debes saber que antes de llegar al semáforo ya quiero volver.

12 de enero de 2011

brand new day

Porque detrás de todo,
cuando termina el ruido y se apagan las luces,
nadie conoce las frases no pronunciadas;
los gestos que jamás nos hacemos
y las excusas que nunca hemos necesitado.
Existe todo un universo paralelo,
inhabitado y ártico,
de verbos en subjuntivo, de sonrisas subterráneas
como incendios sin oxígeno que nunca se consumen;
ahí guardamos todas las ausencias y los recuerdos
soñando siete caminos alternativos
mientras vamos construyendo éste día a día;
viendo cómo al otro lado de la ventanilla
todo se va haciendo más pequeño
y nosotros cada vez somos más de verdad,
atravesando nubes de papel y espejos de agua dulce
para dejar de ser aquellos dos acróbatas
que se perdieron una noche al volver a casa.