26 de febrero de 2009

el rincón vacío

cuando pretendía tapiar las ventanas
el sol me abrió los ojos de repente
y cuando intenté escalar la montaña sagrada
descubrí que en realidad no hay nada al otro lado
tan sólo la sensación efímera
de haber cerrado el libro definitivamente
pero de sensaciones no se sobrevive
la ciudad está envuelta en llamas
y soy incapaz de descolgar el teléfono
ni de dejar correr las lágrimas arroyo abajo
sonrío al chico que hojea distraído el periódico
e intercambio cuatro frases huecas
con el conductor del autobús que me acerca a casa
abrazos y palabras, armónicas y hojas en blanco
desperdigadas como en un bosque secreto
una canción que se repite mil veces
la certeza
de que las cosas pueden ser diferentes
es todo lo que necesito para llegar al viernes
entonces aunque sea el último en descubrirlo
todo encajará
como encaja tu sombra desnuda en la pared verde

algunos días nacen como hojas de cuchillo
pero deciden ir a morir junto al mar

23 de febrero de 2009

La hija de Keith un domingo por la mañana

Subo al tren corriendo, cargando con la maleta y esquivando a gente que duerme tumbada en el pasillo. Van a seguir ahí hasta que el tren se pare, tal vez también cuando comience el viaje en sentido contrario. Disfraces destrozados por todas partes, es una mezcla entre carnaval y un campo de batalla. Soy uno de los pocos que encuentran asiento libre, junto a un chico con la cara pintada de verde y frente a dos chicas que no han dormido. Van disfrazadas de Ron y Keith, con pantalones y chaquetas de cuero, guitarras de cartón. La que está sentada junto a la ventanilla todavía lleva la peluca puesta, y se le ha roto el mástil de la guitarra. La otra chica incluso se parece un poco a las hijas de Keith, esas chicas rubias, flacas y de ojos azules que aparecen de vez en cuando en desfiles y conciertos. Me pide perdón cada vez que nuestras piernas tropiezan, aunque ya le he dicho que no importa, el vagón está lleno de voces en distintos idiomas y de vez en cuando pasa un encargado de seguridad, supervisando el caos. En realidad no hay mucho que hacer. Entonces sacan la cámara y me preguntan si les puedo hacer una foto. Asiento con la cabeza, y cuando miro por el objetivo, me doy cuenta de que la chica de los ojos azules no me mira a mí, ni siquiera está atenta a lo que le rodea. Es evidente que está a muchos kilómetros y a muchos días de distancia de ese tren que traquetea y se estremece en cada curva. Cuando aparto la vista del objetivo para revisar la fotografía, está allí de nuevo, sonriendo con su amiga y con cara de sueño. Pero al volver a mirar, sucede otra vez. Parpadea despacio, como si nada de lo que ocurre le afectara. Es de esa clase de personas con las que tienen la sensación de que miran a un punto que está detrás de tus ojos, como si tuviera la capacidad de atravesarte. Sin embargo, en todas las fotografías aparece como lo que es, una chica que vuelve de fiesta. Después de las casi dos horas de viaje nos bajamos en la misma parada, en la última, pero en cuanto pongo un pie en el andén las pierdo de vista entre la gente. No llevaban equipaje y hay demasiadas prisas y carreras, es imposible. Mientras subo por las escaleras mecánicas pienso en cómo somos capaces de jugar con la realidad de forma involuntaria: el tiempo se dilata donde antes se contraía y las caras y los gestos se difuminan. Todo parece mucho menos físico después de la chica del tren.

13 de febrero de 2009

Comply Or Die

Puede ser el instante inmediatamente anterior o inmediatamente posterior a ser disparado, una explosión de luz y después sientes como si la sangre que corre por tus venas se hubiera congelado hace tiempo y ya nada tiene más importancia, lo único que importa es que estás observando la película desde fuera mientras ruedas por el suelo y justo después la cámara centra su atención en cualquier otra parte. Y a medida que el humo se vuelve más denso piensas cuál de todas las infinitas permutaciones de palabras que una persona puede crear fue la que consiguió que ella sonriera, que se fijara en ti, aquella primera noche sobre la Tierra. Imaginas por un momento tener toda esa historia entre las manos: los recuerdos, los versos perdidos, las sensaciones inatrapables. Y qué hacer con las sombras y los retales, esa canción que intenta contrarrestar todo lo demás, rebotando con un sonido afilado y metálico en tus pulmones. Para qué atravesamos el desierto, si al otro lado sólo nos esperan un espejo desnudo y una taza vacía. Cada bifurcación nos empuja irremediablemente un poco más hacia una línea pintada en el suelo. Puede que sea la que estábamos buscando, pero en estos días te sientes como si todos los desvíos te llevaran a la casilla de inicio, y fueras el único jinete en el Gran Nacional.