Puedes apostar a que sólo hay un par de historias que hayan conseguido el final que merecían, y al salir a la calle el cielo te escupe su indiferencia, gris como las aceras. Pero tenemos también un puñado de sentimientos, movimientos básicos que nos permiten emocionarnos sin saber muy bien por qué. En el último tren antes del cierre de todos los bares se escapaba la soledad disfrazada de triunfo, en un asiento de clase turista. Rumbo a otro continente. Nadie preguntó a cuál. Las cajas de seguridad están cerradas con siete llaves, y lo de menos es lo que tienen dentro, lo único que nos interesa es el modo de abrirlas, para durante una décima de segundo sentir que ha merecido la pena. El hombre que enciende un cigarrillo con la colilla del anterior aseguraba que te podía desnudar con sólo cinco preguntas, y a ti te parecieron demasiadas, así que te limitaste a apurar la cerveza y hacer una salida triunfal, de esas que no aparecen en las enciclopedias. Al fin y al cabo nadie recuerda al telonero, y el camerino de la estrella tiene el acceso restringido. El secreto consiste en no resbalar al caminar sobre la cornisa; no caer por las escaleras a pesar de los empujones. Apagar la calefacción y esperar a que el invierno pase de largo, llevándose todos los tesoros que la marea olvidó bajo la cama.
2 comentarios:
así son las cosas ¿no? un puñado de cosas malas y un par de granos de cosas buenas a las que nos abrazamos como tabla de salvación para seguir día a día.
el cielo panza de rata gris
siempre dice lo mismo...
lluvias y lluvias de cosas irreales e intendendibles
etereas y efimeras..
pero...
hay paraguas =)
usalo x)
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