La chica de los tobillos finos pretende tener siempre la última palabra, y ensaya contra ti sus miradas duras desde el fondo del bar, ajena al humo y las risas. Camina sobre las sábanas desordenadas como si desfilara en una pasarela, juega con los diccionarios y te cuenta historias que siempre terminan en un aeropuerto, plano largo, luz cenital, música de fondo. No puedes dejar de rodar por el precipicio que te tiende, vas y vuelves en torno a ella pero nunca consigues descrifrarla; es como un abrazo que no acaba de completarse. Domina a la perfección los juegos de azar y los campos minados, parece que ha crecido en ellos. Se tumba sobre la hierba mojada e imagina cómo sería todo si, cuándo llegará el momento en que, y cuando se levanta algo ha cambiado, tiene una forma de hablar y de sonreír completamente distinta. Tiene algo de pantera y algo de nube, y por sensaciones como estas es imposible volver de ella, es un camino de sentido único, una avenida bajo el sol en plena madrugada.
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