26 de enero de 2004

Se alquilan disfraces

Juguemos un rato a que nos conocemos desde que tenemos memoria. Siempre hemos estado ahí, descubriendo el mundo juntos con los ojos aún limpios. Dame un beso inocente con sabor a caramelo, y treparemos al árbol desde el que no se oye el ruido de la ciudad. Déjame las yemas de tus dedos para tomar tus huellas dactilares, por si el frío de enero te las borra. Yo te presto mi taza del desayuno decorada con retales de otras vidas. Después nos zambulliremos en las nubes más esponjosas que veamos desde el banco de la plaza. Si nos atrapa el reloj de arena nos fugaremos con cubiertos de plástico y el mantel a cuadros que cogimos prestado de aquella película en blanco y negro. Sentados en el tejado averiguaremos hacia dónde vuelan los pájaros que huyen de la realidad. Inventaremos reglas y juegos que nos hagan compartir un lenguaje secreto, para que nadie sepa hasta dónde podemos llegar. Aprenderemos a no hacernos daño y a pedirnos perdón sin que cueste tanto. Nuestras espadas de madera arrancarán las hojas del calendario y el barro de mis botas, mientras las mangas de tu camisa abrazan mi cinturón en la orilla del río. Recuperemos los recuerdos que nunca tuvimos.

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