16 de enero de 2004

Física y Química

El trabajo que me cuesta describirte tiene una gran ventaja, porque mientras lo hago estás sentada a mi lado, y yo voy cambiando tus tazas vacías de té y tus cigarrillos por flores que no existen pero que vamos inventando sobre la marcha. El otro día, en pleno eclipse de besos prestados, sentí un rayo azul pasar por mis dedos al rozarte el brazo; eso me demuestra que eres energía necesaria para seguir respirando. Mis ganas de verte se cruzan con mis exámenes pendientes en vagones de metro desocupados, y me paraliza tu blanco nombre como las gotas de lluvia en el escaparate de la esquina, donde compras collares de cuentas y pagas con pedacitos de tus sueños. Esos que no se acaban y en los que nunca salgo yo.

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