19 de enero de 2004

Frases pronunciadas y calladas

En la pared el reloj marca la hora equivocada. La lluvia ha dejado la arena de la playa con tacto de exilio y vuelta a casa. El mar y el cielo se mojan entre sí. Más allá, entre las rocas, madera y ropa. Restos de un naufragio. El espejo devuelve la imagen distorsionada, y vuelve la sombra de la araña a oscurecer el futuro: hace años no necesitábamos cadenas. Las gotas se enfurecen tratando de atravesar el cristal. Ya no veo más allá de tus ojos: la luz se marchó envuelta en la noche. No queda nada. En la orilla, los tablones ya no se aferran a la realidad, y emprenden el viaje de las cigüeñas. El oscuro tiempo nos arrastra implacable. El ruido de la calle es sólo mi alma gritando. Quiero irme, pero ella me sigue: el nudo de la soga es difícil de soltar.
Qué bien te queda ese jersey rojo. No me sonrías. No me apuñales. Vete, pero poco. Dame un respiro, quédate, pero disimula. Cómo pesan tus recuerdos sobre mi espalda. No te vi el otro día, a la salida de clase; cuéntame algo, ahora tengo Física, dos horas seguidas. Cuando te ríes, el mundo se llena de dientes. ¿Qué tal con tus amigas? El viento se llevó las ropas de la playa, el tiempo te hace cada día más necesaria. Voy a tener que poner el reloj en hora, no te muerdas las uñas. ¿Otra vez sin clases? Nos han dejado solos, no andes tan rápido, ha parado de llover, disculpa, ¿tienes fuego?. En la playa hace frío, te llamo el martes, el tiempo lo dirá, soy demasiado exigente, no voy a poder ir, he quedado con una amiga, has dado en el clavo, ponte bien el cuello de la camisa verde, qué miedo da el mundo cuando se refleja en tus ojos. No llores, es culpa mía, ¿crees que funcionará ese extintor?, déjame un libro que te haya gustado, no hace falta que me acompañes, sólo me siento bien a tu lado, quédate con lo bueno. Qué difícil es desprenderse de tu presencia.

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