17 de enero de 2004

Para qué tanto

Qué sentido tiene pensarte, buscarte, esperarte. Tal vez ya no seas la misma, seguro que yo no soy el mismo, pero eso siempre te dio igual. Y encontrarte una noche de fiesta encendiendo un cigarrillo a solas, o echando un vistazo sin interés a un puesto ambulante. Para qué sirve. Qué sentido tiene. Y estar ahora pensando en ti y escribirte esto, mientras probablemente tú duermes ajena a todo lo que no eres tú. O imaginar encuentros fortuitos y citas imposibles en días nublados, conservar recuerdos y sensaciones en vez de fotos y pulseras. Tocarte el codo, llamarte por el nombre. Sentir el temblor de mi voz y mirarte a los ojos para ver qué escondes al mundo. Y luego cuando te marchas quedarme en una nube negra, y buscar, buscar, pelearme con mi mala cabeza. Fingir que no pasa nada, ponerme la careta sonriente, y pedir otra copa; mezclarme con el ruido y las luces. Y pensar en el siguiente encuentro. ¿Para qué sirve tanto?

No hay comentarios: