1 de marzo de 2004

Escaleras de incendios

Veo épocas de descanso entre cosechas desde tu torre, y me detengo para escucharla derrumbarse lentamente. Amanece otra semana, y no estás descalza en tu jardín. Tal vez olvidaste apagar las luces al irte a dormir, tal vez no encontraste brazos abiertos fuera de temporada. Ya no cambias tu peinado con la luna, y se te borran las huellas que dejaron tiempos mejores. Caminas por la acera helada añorando el sonido de los violines del interludio, y rompes a reír y a llorar para no atravesar el círculo de lanzas que te aísla. La simetría azul de las plazas de aparcamiento se cubre de trampas sucias para no aburrirte por la tarde, y ayer arrancaste el techo a tu refugio de bambú. Te has convertido en el fantasma que tanto te asustaba hace unos años, y tus redobles de tambores no convencen a nadie: hoy son los laberintos los que huyen de los niños. Quédate con mi pedazo de cielo, porque he dejado mi baraja sin comodines y conozco demasiado bien la rugosidad de mis interruptores.

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