15 de marzo de 2004

Fragilidad del reloj de arena

Cuando tan sólo pensábamos en ti y en mí, nos estremeció el trueno de muerte. Para resguardarme de la tormenta cruel acudí al encuentro de la imaginación y la palabra, para abrir la puerta a la esperanza y quitar las chinchetas de la carretera. Necesitamos más que nunca salir a la calle y decirnos lo que sentimos, robar los versos del hijo de cien primaveras, intercambiar golosinas por besos en tu portal. Apareciste con un reloj y una cucharilla de plástico, sembrabas milagros al pisar el asfalto mojado y me hablabas de nuevos tiempos, de veletas girando, chicos mal dibujados y reciclaje de basuras. La necesidad de creerte como las palabras de esta canción, y las goteras y escaparates en su leve disonancia. Volverán a dejarse notar los gestos que dejas caer al pedir ayuda para abrir el grifo; olvidaré por un momento lo terrible que es despertar humano cada mañana cuando te sienta cerca como nuestros zapatos colgados de las ramas del árbol. Aún hay millones de segundos que merecen la pena.

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