10 de marzo de 2004

Saldo restante

No todo tiene su precio, y aún hay libros que producen un torrente de sensaciones al ojearlos. Cuando vamos a la playa pasamos por una estación en la que nunca se abren las puertas del vagón: nadie entra ni sale, nadie espera en el andén. Cualquier día romperemos las buenas costumbres con tu martillo de emergencia, utilizar sólo en case de accidente, guiño en el espejo del baño o malas noticias en el suplemento dominical. Algo que nos permita torcer el gesto entre las mangas de la chaqueta, o ejercer de alegre paseante a pesar de los desayunos que no compartimos. Las papeleras aún nos pueden dar lecciones acerca del olvido. Aquella mañana compré un billete de ida y vuelta para ir a tu último concierto. Volví a pie, y el pedazo de papel se quedó a vivir en mi cartera. La otra noche se cerró el círculo al utilizarlo de nuevo. Fue el punto final del extraño fetiche. Pronto volveré a acercarme a la máquina expendedora.

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