9 de febrero de 2004

Necesidades básicas

Eres la llama que nadie encendió pero que nunca se apaga. Estaba perdido, en un momento áspero y desconocido, como un tablón de madera flotando en el Estrecho. Sentía que mi presencia allí era la sombra de un día de fiesta estropeado por una tormenta de verano. Cuando apareciste tú, iluminando la sala, llenando el vacío. Parecías moverte a un palmo de distancia del suelo, con esa seguridad con que se asoma la luna al espejo del mar. Me miraste, y mi habitual torpeza te evitó, pero de repente comprendí la necesidad de ti que tengo, y cómo me muestras el camino sin darte cuenta. Creo que te debo todo sin que me hayas entregado nada, y veo mi vida como un instrumento para que seas feliz. A nuestro alrededor surgía un huracán devastándolo todo, y se desataba la furia que se acumula en los rincones de la memoria fugaz, pero tú y yo permanecíamos impasibles, sin decir nada, porque no había nada más que añadir. Me hace falta poco para mantenerme vivo: lápiz, papel, tu pelo y tu risa. Me basta así.

No hay comentarios: