11 de febrero de 2004

Estudios

Hoy me apetece recoger los pedacitos de paisajes que vas dejando sobre las papeleras, como diminutas semillas de vida. Mira el pelo recogido en tu nuca mientras ojeas un diccionario de francés para un trabajo de la facultad. Sobre la mesa tu chaqueta, apuntes desperdigados y tu reloj. Siento que si todo acabara ahora, debería ser de este modo. No obedezco las indicaciones de las hojas en los árboles, y siempre huyo por la salida de emergencia sin haber visto el humo. Me encomiendo a unos pantalones a cuadros y a ciertos ojos verdes cuando el peso del aire me tiene contra las cuerdas. Se agotan las baterías que mantienen las luces siempre encendidas, y los estudiantes olvidan declaraciones de amor en las paredes. Me guío por el reloj con retraso de la biblioteca, y recojo mi caña de papel para no pescar más tardes grises ni frío en los pasillos: prefiero el sabor de tus miradas cuando te despiertas, prefiero romperte los esquemas cada vez que nos cruzamos. Voy a cerrar las ventanas dormidas de febrero, para que puedas beber de la fuente sin que te duelan los dientes. Préstame una semilla más, para no olvidarme de regar las fotos que nunca enseño a las visitas.

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