Es un lamento antiguo, de dos mil años, largo y lento como si la tierra bostezara; se despereza invadiendo mares y generando enormes olas a su paso, ululando su pena innombrable. Todos se estremecen cuando lo escuchan, como una puerta que se abre y deja entrever la soledad lúcida de una sabiduría más vieja que el propio mundo. Al cerrar los ojos la carretera desaparece, y sólo queda el sonido reverberando en todas partes. La niebla nos envuelve el corazón, acariciándonos por dentro, y el vals nos mece de un lado a otro con un murmullo imposible de imitar. No hay manera de escapar, respiramos esta música porque forma parte de nuestro código genético. Y sin decir una palabra nos cuenta historias de noches eternas, cuando no había nada, tan sólo estrellas en el cielo y rocas en el desierto. Es la música que permite que los pulmones de un recién nacido empiecen a funcionar de manera inconsciente. Y no nos abandona, no dejamos de escucharla ni un solo momento, hasta que los latidos van disminuyendo su frecuencia, en un fade out suave que se funde en el silencio. Como la caravana de gitanos se aleja del pueblo, y su música se desvanece lentamente en el viento del sur.
5 comentarios:
Qué bonita imagen la de la niebla, sí señor.
Y otra vez me has vuelto a emocionar, :)
...pero al final se va...igual que vuelve, se va..
Me maravilla tu forma de escribir. A la vez que me conmueve.
Very good.
Paseaba por tu blog leyendo tus textos cuando de repente leí ésto: "No me había fijado hasta hace un momento, pero hay papeles firmados en todos los rincones de tu beso panorámico" del texto "Tu nombre susurrado" y casi me da algo. Un escalofrío larguísimo recorrió mi cuerpo.
Enhorabuena, pocas cosas hacen que me estremezca así.
:)
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