8 de enero de 2006

pequeño

Creo que fue entonces. Yo estaba buscando el único rincón del salón en el que nadie hablara de desamor. De repente te vi: distraída, habías conseguido reunir dos sillones verdes, enfrentándolos, y te habías sentado en uno mientras apoyabas las piernas en el otro. Llevabas el vestido rojo y las medias llenas de dibujos; parecías una niña perdida pero encantada en el epicentro del vacío, en mitad de ninguna parte en concreto. El mechón más largo se había acomodado sobre tu ceja izquierda, tu mirada era de verdadero desinterés sobre todo lo que te rodeaba, y sostenías en la mano una pequeña servilleta amarilla de papel. Yo te vi. Te vi y ya no pude hacer otra cosa.

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