El mar verde que nos separa es incapaz de entender nuestro idioma, porque siempre es mucho más sencillo quedarse dormido sobre la arena que alcanzar durante un segundo tu sonrisa para perderla de vista otra vez. No le temo al castigo, dejo que me rocen todas las espinas; camino sin esquivar ningún disparo y me pierdo entre la gente que suspira por ti, penitentes en la procesión de tu regreso. Mi techo es tu paladar, tejido de mundo y restos de temporada, mi mapa son las líneas de tu mano que nunca encajaron con las mías, y reconozco eclipses de luna desde aquella tarde persiguiendo nuestras sombras calle abajo, a la vuelta de la esquina. Las señales en el borde de tus dedos y las luces de colores que parpadean entre las ramas de los árboles. Cierro los ojos y puedo recomponer cada paso de baile. Tú y yo somos los puntos discontinuos que indican el principio y el final de un recorrido circular e inabarcable. La suma de infinitos momentos que nos une está construida con palabras, música y barro. Por eso siempre que tengo sed hay un rincón en el que te encuentro: como una brújula imperfecta, todas las cicatrices mueren en tu pelo.
3 comentarios:
No se puede derretir aquello que se desea abrazar, a menos que quieras hacerlo con "ese".
Empecé a leer, y que rabia al ver que terminaba tan pronto la entrada, el tiempo pasa tan rápido contigo..
Me dejas pqueña indefensa, no sé que añadir no sé que decir, tan solo me quedo mirando tus palabras y pienso de donde sacará esta inspiración, que nos gusta tanto a todos..
Besos Jesús.
Escribes tan lindo!
Te leo desde BAires.
Besos
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