31 de enero de 2009

la profesora de francés

Tienes la edad de mi hermano. Sin embargo, cuando quiero imaginarte te compongo a partir de esbozos de rostros pasados, de frases ya dichas, como un rompecabezas que me completara sin ningún motivo aparente. Y ahora tengo claro que no puedes recorrer el camino conociendo de antemano que tiene un final; no puedes crecer sabiendo con exactitud el día de tu muerte. Las historias sólo mantienen le pulso que nosotros queramos marcar, a pesar de todas las fuerzas que nos empujan en el sentido contrario. Podemos pisar los pedales sin tocar las teclas, dejar que la música suene únicamente en nuestras cabezas, y entonces la belleza será tal y como la dibujamos. Pero no será real. Hay un componente de lucha, de volver a levantarse tras hincar las rodillas en el barro. Sin ese aspecto todo tiene fecha de caducidad, y sin duda eso es lo peor que le puede pasar a tu corazón. No reserves una bola extra para cuando lleguen las noches de invierno; arriesga cada soplo de aire para alcanzar la orilla. Y que cada palabra que pronuncies se vuelva en tu contra como la lluvia, para que seas plenamente consciente de que este viaje verdaderamente merece la pena.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

TOdo viaje merece la pena. Vuelvo a ti en forma de imágenes y siempre me abrazo con tus palabras, como una bufanda hecha a mano. Es tan bueno seguir sabiéndote letra escrita. Tus palabras huelen a pan alemán en mi mercado.

Siempre cerca...

Anónimo dijo...

El final parece una maldición por muy bonitas que vengan acomodadas las palabras, pobre chica, ¿Quién querría estar maldita por alguien con tanto poder de convicción?

Beeeeeeeeeeeeeso