Me confesó que le gustaba pensar en los momentos clave de su vida como si fuesen portadas de discos, con esa especie de guiño, de promesa de eternidad. Pase lo que pase, me dijo, son instantes fabricados para permanecer cuando todo lo demás a tu alrededor se derrumba y ni siquiera tu sombra puede seguir tus pasos. Así que iba dejando tras de sí discografías completas, baldosas amarillas, un mapa físico y tangible para cualquiera que pretendiese tomar el mismo camino. Y no ponía restricciones de ningún tipo, tan sólo buscaba no repetir los mismos errores una y otra vez, no volver a detenerse en estaciones poco recomendables; y ésta era la mejor idea que se le había ocurrido, tan válida como un puñado de tatuajes, sólo que un poco más privada. Una noche sin llaves ni cerraduras de guardia, quiso recompensarme por no haberme retirado cuando las apuestas empezaron a dispararse; apagó las luces y tomándome de la mano me guió por su sendero de los discos, recorriendo cada una de las cicatrices que habían contribuido a la causa. Esa noche entendí todos los motivos, incluso los que no necesitaba entender. A la mañana siguiente, no me sentía con el valor suficiente como para afrontar la lluvia, así que me limité a preguntarle si nuestro encuentro supondría una nueva portada para la colección.
4 comentarios:
:)
me encanta, me encanta mucho
Hay colecciones que se guardan tan dentro que germinan más allá de los huesos. Este texto es uno de esos que me guardo en carpeta privada... que ha ido más allá de las goteras.
Quizás esa nueva portada fuera un recopilatorio...
Eres un melómano ;)
Jesús...pasé por aquí y me encanta tu blog, tu forma de escribir. Te felicito.
Saludos.
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