28 de noviembre de 2006

el decálogo del olvido

Escribí una lista con unos cuantos consejos ajenos y la dejé junto al pomo de la puerta. Era un laberinto de caminos sin recorrer, sitios en los que habría estado contigo o escenas de una vida no vivida por culpa de las distancias entre tú y yo algunas veces, y otras muchas de las coincidencias que no acudieron puntuales a su cita. Pero en la mayoría de las oportunidades perdidas, era yo el único culpable. Al ir enterrando los momentos aprendí que nunca había apostado todo a una carta por miedo a perder más de lo que merecía, y por eso había visto desfilar demasiados trenes ante mí. En cambio, ahora mismo me encontraba aparcando lo que no había podido ser, pretendiendo iniciar una nueva cuenta hacia delante, y para eso necesitaba dejar por escrito cada huída no emprendida. El caso es que entre las vidas muertas sobre el papel se escondía una alternativa pendiente, unos puntos suspensivos que aparentemente no llevaban a ninguna parte y parecían querer escapar de la hoja. Tal vez hacia un territorio más agradable, un presente que no doliera junto a ti, algo reconocible después de tanto telegrama sin destinatario. Una nueva apuesta desplegándose ante mí como las líneas de la mano. Cerrando los puños, abrí la puerta y encogí los hombros. Fuera llovía.

8 comentarios:

La puta que no te parió dijo...

¿Llevás paraguas?

Anónimo dijo...

Era un laberinto de caminos sin recorrer... ¿has intentado volver al punto de salida? Encoger los hombros, es la última solución. ¡Inténtalo de nuevo, Jesús!
Y suerte.

La puta que no te parió dijo...

Hay usuarios anónimos que me caen simpáticos y eso que le tengo prejuicio a esos nicks!

Lágrima del Guadiana dijo...

¿Renuncias? ¿Olvidas? ¿O temes descubrir dónde desembocan esos puntos suspensivos?

La lluvia, siempre la lluvia... No se me ocurre mejor escenario para empaparse de vida, cualquiera que sea la (in)decisión...

Elena -sin h- dijo...

Pero dentro no llueve.

Anónimo dijo...

y los puntos suspensivos se fueron también contigo? Abrir la puerta aunque llueva fuera es de valientes. Un saludo!!

Anónimo dijo...

Yo ya aposté todo a una carta y no es poco el miedo...no, no.
Peor que esperar perder o ganar lo que se ama, es desesperar dándolo por perdido, de ambas formas la vida está en juego y mirar las apuestas ajenas es como estar muerto antes de tiempo.
Beeeeeeeeeso

Octavia dijo...

el olvido, y su medida, siempre grande, sin centimentros, capaz de medirlo, el olvido....

me encanta tu blog