2 de marzo de 2011

the gardener

Buscaba la esencia, reducir el mensaje al máximo para que no hubiera ninguna palabra de más: porque nada de lo que pueda decirte en este momento es ni más ni menos importante que el resto. Pero entonces volví a mirar tus ojos en aquella foto; doblando la esquina y sonriendo mientras haces esfuerzos sobre la nieve para no resbalar. Mirando a la cámara, con una mezcla imborrable de seguridad y esperanza en que algo bueno va a llegar del brazo de ese chico, que camina algo encorvado y sonríe de una forma mucho más tímida que tú. Y sencillamente es imposible, es inevitable reconocer mi fracaso al aproximarme al misterio. La solución es limitarme a dejar que el disco gire; cerrar los ojos, y tratar de estirar los dedos hasta casi rozarte, sabiendo que entre los surcos, en cada crujido, hay algo inabarcable, una magia que se produjo hace casi cincuenta años y que ya nunca volverá a producirse. Y créeme, podría estar varias vidas orbitando alrededor de ese sentimiento, y nunca encontraría la llave maestra. Aquí va otro mensaje en la botella, seguramente con palabras de más. O de menos.

2 comentarios:

Beauséant dijo...

no te preocupes, los mensajes en botellas siempre tienen las palabras justas que el destinatario quiere recibir.. son criaturas mágicas.

Anónimo dijo...

increíble, es un placer leerte