La clave de todo está en ese cambio de tono hacia el final, cuando parece que Otis encuentra una nueva dimensión a través de la cual alcanzarnos por dentro, y la sección de metales le sigue con una fe ciega en que el mensaje va a llegar, girando a la velocidad exacta sobre el plato mientras se repite una vez más la alquimia simple de una aguja y un surco.
Entonces recuerdo las escaleras del teatro, como no, y los árboles que se abren camino a través del suelo de la plaza, como si no hubiera forma de modificar el curso de los acontecimientos. Y el coche aparcado en el garaje, con la música sonando como siempre; el camino hacia las escaleras del puerto, los mensajes en todas las paredes, dejados ahí para que cualquiera que pase por ahí y tenga algo de curiosidad pueda aprendernos. Leer entre líneas la corporeidad de un sentimiento.
Y es increíble como asociamos canciones a personas: se quedan encadenadas y no hay nada que podamos hacer. Basta con que empiecen a sonar los primeros acordes para transportarnos, con tanta fuerza que tengamos que cerrar los ojos para evitar el vértigo. Sam le decía a Ilsa, “se me ha olvidado esa canción”. Sé que a veces nos gustaría tener a alguien como Sam para evitarnos el viaje, pero esta vez es diferente. Y Otis sigue caminando por ese sendero polvoriento, con los tirantes caídos y la chaqueta apoyada en el hombro, mientras nosotros nos quedamos sin palabras porque ya las hemos usado todas.
6 comentarios:
No puedo estar más de acuerdo, ni sentir más parecido a ti...
El día que tú te quedes sin palabras me muero.
Yo asocio olores con personas. Será porque nunca se ha dado bien escuchar.
Es genial. Como siempre.
las palabras están para usarlas y reinventarlas y las canciones son lugares desde los que abrazar todos nuestros tiempos verbales. Recordar se parece a dar el play y cerrar los ojos.
"Y es increíble como asociamos canciones a persona [...]" Es tan real como hermoso...
Así es. Afotunada o desgraciadamente es imposible separarlas. Una época, una persona... una canción.
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