Probablemente nunca alcanzarás el primer premio, ese punto exacto en que ni siquiera es necesario afilar el lápiz, basta con aplicar el filtro adecuado y dejar que la presencia eterna de la enredadera del abrigo acogedor acalle poco a poco las voces de ahí fuera. El hombre del millón de dólares sólo es capaz de expresar dos sentimientos, y presume de conocerlo todo sobre ti. Sólo apuesta sobre seguro, y alquila espacios vectoriales tratando de encontrar la frase perfecta para sacarte a bailar. No puedes aspirar al título para después amanecer enterrando la corona en la nieve azul. Te acostumbras a pensar que lo tienes Todo, sentirte como si el día y la noche te debieran algo; pero sólo cuando sientes el sabor a sal en los labios descubres que en realidad no has dejado de ser el niño que se asustaba de las tormentas y creía en el poder de un exorcismo con forma de abrazos. Corréis las cortinas y os buscáis en los márgenes en blanco, en las notas al pie que nadie se detiene a leer. Y recibir una llamada telefónica, aunque no haya ninguna novedad, simplemente para decir hola, estoy aquí, sigo cerca, no te imaginas cuánto me apetece. Entonces Todo se diluye y sólo quedan unos pocos centímetros de piel caliente. Las palabras no son más que virutas, ideas sueltas, intentos vanos de atrapar un fuego fatuo; pero intentan crecer y acercarse un poco a la textura correcta, a la forma concreta de mirar tus ojos de cerca. Tienen vocación de pasaporte sin páginas, y suenan exactamente igual que nuestros pasos acompasados sobre las aceras mojadas.
2 comentarios:
Me has dejado sin palabras.
... o como un pasaporte sin páginas...
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