22 de julio de 2007

poliedro

Al principio sólo era capaz de hablar con una sola voz. Todo tenía el mismo tono, el mismo color. Pero llegaste tú, y tu presencia comenzó a multiplicar mis estados: de repente consigo convertirme en cualquier momento, independientemente de la posición de los astros. Cualquier sentimiento por hacerte sonreír, por eternizar nuestro mal disimulado vals. Te acercas, apenas llegas a rozarme, y los colores y los sonidos que nos rodean se hacen más intensos; nos subimos a un carrusel de emociones y nada puede evitar que con cada uno de tus gestos me sienta caer un poco más en tu espiral infinita. Es un don de vida que sólo tú sabes suministrar, generando una paleta donde ninguna nota ha sonado antes, jamás. Todo lo que haces, todo lo que hacemos es genuino, nunca había ocurrido. Nadie había imaginado tanta magia. Por eso te encuentro siempre, aunque te alejes sé interpretar las pistas que vas dejando en el viento. Tus huellas son tan profundas que nunca desaparecen: no hay mejor motivo para continuar cada día que la posibilidad de redescubrirte a la vuelta de cualquier esquina, y jugar a conocerte desde cero, como si esta fuera la primera mañana de la Tierra. No quiero volver a tener nunca más una única voz; estoy en pie gracias a las puertas que abrimos a cada paso, en cada beso.

2 comentarios:

sb dijo...

aprendemos gracias a las puertas que abrimos, pero no tengo muy claro si el aprendizaje es de verdad bueno y necesario, hay lecciones tan jodidas que no hubiese querido conocerlas nunca..-.

Revista Para Mí dijo...

Hola, buen día.

Te invitamos a conocer el nuevo blog de literatura que hicimos: http://www.narcisoygoldmundo.blogspot.com/

Un saludo y muchas gracias por el espacio,
Para Mí