17 de febrero de 2010

la cerveza caliente

Prendimos fuego a la locomotora para que el tren alcanzara la máxima velocidad, pero al hacerlo éramos plenamente conscientes de que eso la haría descarrilar, dejándonos un regusto amargo a cerveza caliente y lápiz de labios. Desde aquel fogonazo llevo días tratando de exorcizarte, náufrago, desordenando las palabras que te mantengan en el rincón de los buenos recuerdos que se borraron de golpe para siempre; pero cada vez que me descuido vuelvo a sorprenderme recorriéndote con la memoria. Y lo cierto es que estoy harto de huir en círculos, como si estuviera siguiendo el mapa inacabado que me aleje del instante inmediatamente anterior, ése que siempre vuelvo a afrontar de manera inevitable. Justo antes de descubrir que al final del camino sólo arden el kit de camuflaje, el poema en la ventana y las máscaras equivocadas.

11 de febrero de 2010

cenizas en la nieve

Me decías, no recordaremos nada cuando el tiempo haya hecho su parte del trabajo sucio. No nos alimentarán los ascensores hasta el quinto, los semáforos en rojo como regalices con prórroga de paraíso. Nada de lo que estamos sintiendo perdurará cuando amanezca. Ni siquiera yo estaré a tu lado si las nubes negras vuelven. No podremos volver a reírnos de nosotros mismos, ni enamorarnos en cada charco. Me repetías, no te esperaré, no me reconocerás. Y yo me resistía a creerte, aferrándome a ti en el camino de vuelta, intentando leer mil mensajes ocultos en un gesto casual. Nuestro mañana nacerá muerto, y nada de lo que intentemos conseguirá alejarnos de la tristeza.

Cuando desperté los nudos se habían tensado, y efectivamente, lo único que podíamos hacer ya era darle la vuelta al disco.