26 de mayo de 2009

perfiles, columnas

Tu pasión por las palabras de cuatro sílabas es tan desconcertante como esa música que parece acompañarnos a cualquier lugar. Un león de papel se despereza sobre una hoja de afeitar en mitad de la avenida y tú me susurras que nunca conseguiremos llegar tan alto, ni aunque tratemos de escalar todas las escaleras mecánicas del metro. Cada noche los sonidos más salvajes se esconden en tu pecho, y todo se convierte en un muro terriblemente frío que nos impide distinguir los afectos de los odios. Al observarnos un poco más de cerca, descubrimos las razones ocultas: perderemos todas las carreras que disputemos en el sprint final, cerrando cada libro que no hayamos leído y vendándonos los ojos para evitar caer en la tentación. Mientras tanto, al caminar vas pisando la sombra de nadie, y eso te hace cada vez más fuerte; todo lo que te golpea te supone un nuevo reto para seguir avanzando. La autopista es infinita al menos por esta noche, y las luces de tu coche no pueden testificar ante un juez. No hay un solo esfuerzo desaprovechado y la llama no va a apagarse. Pero déjame aclararte que ante tu escala de grises prefiero el blanco y negro del amor y su pequeña muerte, los seis grados que intentan separarnos. Es una cuestión de fe en los corazones y cierto optimismo irracional. Pronto llegará la lluvia y entonces no podremos refugiarnos del mundo nunca más: no nos quedará más remedio que mirarnos a los ojos y afrontar que todo lo que ahora somos se habrá desvanecido cuando amanezca.

2 comentarios:

Estepa Grisa dijo...

Alguien me dijo una vez: No permitas que llueva en tu mundo demsiado tiempo, o no habrá ni un sólo tejado al que encaramarse.

Tal vez se debería caer en la tentación, de vez en cuando. O atarse al palo del navío mientras las sirenas te destrozan, como Ulises. La cuestión es poder mantener los ojos bien abiertos.

Insthar dijo...

La lluvia purifica el ambiente y nos refresca la mente. A veces es necesario mojarse bajo la lluvia y descubrir "el secreto"...
Prefiero calarme hasta los huesos, y pillar un resfriado que .... no sentir y esconderme bajo el edredon de mi cama.
Un beso