31 de enero de 2007

parte del agua

A ella le apetece de vez en cuando buscar las orillas, sentirse uno de esos restos del naufragio, cuerpos extraños en tierra firme. Él se asoma buscándola desde cada puente, nunca sabe dónde la va a encontrar. Esta tarde, ella lo espera en el muelle, junto al ayuntamiento, y sonríe cuando lo ve acercándose por la calle Buenos Aires. Durante un momento eterno, que puede ser un minuto o un par de horas, recorren la ciudad de punta a punta, y aunque son parte de ella desde que tienen memoria, son como dos árboles que han dejado crecer sus ramas hasta entrelazarse: es ahora cuando están descubriendo cada calle, cada silueta de luz y sombra en los balcones, a través de un prisma compartido; miran a través de los ojos del otro. Y él no sabe cómo hacer para permanecer un rato más así, dibujándose de una forma nueva en cada paso que dan, ajenos al tráfico y a la lluvia. Sin embargo, tiene la certeza de que mañana sólo debe acercarse a cualquier otro puente, y podrá de nuevo respirar su sonrisa. Así que no siente dolor cuando ella se suelta suavemente de su abrazo, se sumerge en el agua y se aleja, confundiéndose su reflejo con los rayos del sol, que, como él, también parecen querer retenerla en la superficie.

22 de enero de 2007

traducción e interpretación

Conocí a la mujer que siempre que miraba al pasado lo hacía con una sonrisa en los labios. No tenía miedo a las tormentas, y era al mismo tiempo la ropa tendida y el rayo de sol sobre el papel desnudo. No le gustaba la sensación que dejan los sueños interrumpidos de forma brusca, y había memorizado cada esquina del calendario, decía que era para evitarse el reisgo de vivir eternamente en el día equivocado. Conocía perfectamente las reglas del juego, y sabía cuándo conviene hacer un esfuerzo por interpretar el silencio en el fondo de un vaso, y cuándo es mejor ahorrar energías y no esperar respuestas; era toda una experta en los ciclos vitales del fuego y del hielo. Supongo que me habría gustado navegar en su misma cáscara de nuez, pero ya sabes, uno nunca elige hacia dónde le arrastra la corriente, y hay veces que crees que debes apostarlo todo a un número, una corazonada, y acabas volviendo a casa sin una buena explicación que darle al espejo. De modo que tampoco puedes quedarte a vivir en una estación de tren, y mientras yo tenía un destino claro y al que no podía renunciar, ella todavía podía jugar un rato más a poner monedas sobre los raíles. Tal vez en otro momento; esto da tantas vueltas que es relativamente sencillo volver a la casilla de inicio. Tal vez.

10 de enero de 2007

envíos intercontinentales

Escapa de los espacios vacíos, de los huecos que dejan al descubierto goteras en la memoria, huye de cada rincón oscuro que pueda resucitar el recuerdo y agitar fantasmas ante ti. Camina siempre consciente de lo que vas dejando atrás, cada pequeño paso es fundamental para no perder el equilibrio. No desconfíes del jet-lag, hay vuelos que conviene realizar, y para los que no necesitas cinturón de seguridad. Utiliza tus emociones como combustible, pocas cosas arden mejor que el amor y el odio cuando se llevan al límite. Mantente alejada de los precipicios, el viento de levante puede atraparte por sorpresa. Si quieres perder la guerra, elige bien el bando más débil. Arranca todos los calendarios y relojes, inventamos el tiempo para no olvidar que somos incapaces de retroceder, aunque tú me demuestras cada media luna que todo es mentira. Y cuando te estés ahogando en pleno océano de arena, levanta los brazos para que pueda verte desde la copa de mi árbol y lanzarte una cuerda (sé que no es tu estilo, pero es el mío). No me preguntes por dónde se llega a la meta, hace tiempo que perdí el rumbo correcto y ahora sólo espero no tener que escalar hasta el nivel del mar a solas. Sólo son palabras lanzadas al aire que casualmente han aterrizado unas junto a otras, no les des más importancia de la que tiene el choque de una piedrita contra tu ventana.