20 de junio de 2007

pies fríos

Inevitablemente había una chica en la entrada. Recuerdo sus zapatos rojos y la forma en que sonreía, como si no existiera nada mejor que abrir la puerta y descubrir lo que allí se escondía. Por supuesto, estaba sentada en el suelo, demasiado cansada o demasiado entera como para entablar una conversación que no tratara acerca del dibujo de las nubes, el agua corriendo calle abajo y la gente en los portales. Todo depende del tiempo que tardas en darte cuenta de cuál es tu lugar, de las veces que te miras al espejo y no ves más que las huellas de otro día que acaba de pasarte por encima, me dijo. Después de eso todo fluye. Todo empieza a amanecer, porque eres uno de los supervivientes y los demás te reconocen al pasar. No hay ningún motivo especial, ni siquiera las salidas de emergencia, simplemente un día ya no estás ahí, y tres meses después vuelves a estar. A todo esto, seguía sonriendo mientras alimentaba un cigarrillo con el cadáver de otro. Tal vez tu sitio es éste, le sugerí. Parece que ya lo había pensado más de una vez: se puso en pie, agarró cuidadosamente el botellín y abriendo la puerta me invitó a pasar. Tenía razón, a partir de cierto punto ya todo deja de importarte, todo parece difuminarse cuando te abrazan por la espalda. Somos incapaces de recordar cosas que aún no han ocurrido, pero esa habitación, esa ventana abierta junto a la cama de hierro, era exactamente igual a como la había imaginado. Cerré los ojos, convencido de encontrarme en casa, y me dejé guiar por la intuición. Y pensé, bueno, tal vez a nadie le gusten las historias tristes, pero muy pocas veces puedes elegir de qué lado de la puerta quedarte.

6 comentarios:

Elena -sin h- dijo...

Es como el lado de la cama en el que dormir, viene escrito de antemano, y el otro, ausente, siempre se mantiene frío. Supongo que ese también es el lugar de alguien...

Una lástima, por cierto, que el 27 estés lejos :( (o cerca, según se mire...)

Anónimo dijo...

¿Qué diferencia hay entre no siempre y nunca?

sb dijo...

nunca lo he tenido muy claro, la verdad, si una busca la tristeza o esta quien te busca... y quizás sea mejor no saberlo.

Anónimo dijo...

No puedo decir mucho, creo que nunca conseguí sobrevivir a la tristeza, a pesar de que fui yo el que elegi pasar y cerrar la puerta tras de mi.

Marta dijo...

Siempre pensé que siempre se puede decidir en que lado de la puerta quedarse, eso no implica que sea el correcto.

Un placer leerte, como siempre.

Anónimo dijo...

Pasáme la página, no seas malito y ¿Puede ser algún post que no diga la palabra triste?
Esperar el beso de este blog es un martirio hombre.
¡Venga!, si no existe invéntalo, así vemos como sería.
Apúrate antes de que venga el Sr. Finales felices aburridos.