4 de septiembre de 2006

el recuerdo de la mujer mandrágora

Sabes bien lo que me alimenta, lo que me mantiene latiendo: esta alternativa, el detenerme en cada pretérito imperfecto; y créeme, es tan fácil amarla, que se hace inevitable no darlo todo por su sombra, no besar cada gesto ni apurar cada trago. Por cada uno de sus poros respira vida, un torrente de colores, desatando incendios a su paso. Y yo no soy el único que lo nota, cualquiera puede estar con ella durante dos minutos y decidir darle a su vida un nuevo rumbo, hacia una orilla más luminosa y tranquila. Así que no es cuestión de hacerlo mejor o peor, tan sólo es necesario pararse un momento y dejar que su corazón hecho cristales te empape como una lluvia de luz. Como siempre, mi presencia es una sombra tangencial, yo no entro en sus planes, ni siquiera en los míos. Pero durante un instante deberías habernos visto, con aquel cielo que parecía anunciar el fin del mundo, y un nexo mudo entre los dos; a nuestro alrededor no había nadie más y realmente pensé, bueno, esto es lo que uno busca durante tanto tiempo, por un segundo así merecen la pena mil años de travesía. Es tan fácil amarla que desde que la conocí ni un sólo día he dejado de hacerlo.

2 comentarios:

Lágrima del Guadiana dijo...

...y dejar que su corazón hecho cristales te empape como una lluvia de luz... Precioso...

Es tan difícil dejar de amar que vivir en pretérito a veces no es una opción: es un destino...

La puta que no te parió dijo...

Suena a bruja, por el norte de mi país tienen por costumbre arrojar un calzoncillo al aire a la medianoche para salvarse de ellas!!
Ja ja ja, ay!