19 de agosto de 2006

milestones

y decidías convertirte piedra, volverte estatua de mármol, y yo ya no podía hacer nada más que mirarte, y hasta eso me dolía, me estremecía la distancia que nos separaba, no sólo ese espacio físico sino la certeza de. En esta ciudad llena de nubes, de lugares que habitar contigo, todo se mueve a la velocidad que marcan los semáforos y apenas nos queda tiempo para mirar hacia arriba, hacia atrás, y hacia dentro; por eso notaba cómo el precipicio era demasiado ancho, y tus ojos ya no estaban allí, una vez te giraste y ahí te congelaste de nuevo por un momento, transformada en un árbol, subida a la cima de una montaña desde la que no se distinguían las sombras que te rodeaban. Yo era un punto más en la profundidad de tu campo de existencia, el último guijarro en el camino. Por eso no había nada más, ni planteamiento ni nudo ni desenlace. Tan sólo entreacto, tiempo muerto entre un asalto y el siguiente, tú en tu esquina y yo en la mía, sin nadie que grite “segundos fuera”. Simplemente una posibilidad de encuentro que se desvanecía lentamente, con el ritmo exacto con el que se funden los hielos en los vasos.

5 comentarios:

La puta que no te parió dijo...

Improvisar y hasta inventar un modo de hacerlo mejor, es mucho más fácil en el jazz que en la vida real, por lo visto.
Beso

Lágrima del Guadiana dijo...

Tienes una capacidad sobrecogedora de encontrar la palabra exacta...Y es que hay "entreactos" que bien valen una vida...

Un saludo y gracias por tus palabras.

La imperfecta desconocida...

Elena -sin h- dijo...

En la ciudad sin verano el hielo sólo habita en las manos vacías...

Anónimo dijo...

El combate del corazón es inacabable.

Anónimo dijo...

El abismo de pensar después de lo pasado deja calambres en el alma, como dice Charly.