10 de julio de 2006

tenía muchas llaves en el bolsillo pero no recordaba cuál abría tu puerta

La luna parecía desdoblarse naranja allá arriba, descomponiéndose en un espejo de parque de atracciones, y yo te dije que nunca había visto unos ojos que brillaran tanto como los tuyos. Eran verdaderamente mar, a veces tempestad y otras orilla, transmitiendo mil sensaciones por segundo. Tú esperabas mis cinco sentidos pero sólo tres estaban de guardia; un rayo de tu luz me deslumbró y pensé, a qué velocidad gira esta ruleta, qué serie infinita de coincidencias se han dado para que ahora esté sonriendo a estos ojos, sintiendo los familiares impulsos eléctricos que atraviesan el aire entre los dos. Tú habías sido 5:55 pero nunca llegaste a descubrirlo, y yo era el fotógrafo sin carrete cometiendo de nuevo los mismos errores. Al fin y al cabo pocas cosas cambian alrededor de de un par de sauces durante cuatro estaciones; de modo que éramos a la vez intérpretes y espectadores de la misma representación. Y verdaderamente nada podía salirse del guión, ni siquiera cuando me pediste que contuviera la respiración mientras, como en un rito, te despojabas de aquel par de esmeraldas, me tomabas la mano y dejabas en ella con un suave soplido un pedazo de sueño, susurrándome: “ya no tienes de qué preocuparte, no puedo irme demasiado lejos”. Cuando abrí de nuevo el puño, dos trozos de carbón cayeron a la arena con un golpe sordo. Comprendí entonces que entre tú y yo sólo era posible intercambiar cenizas de polaroid.

3 comentarios:

La puta que no te parió dijo...

¿Vas a rompérselo?

Elena -sin h- dijo...

Las polaroid tienen el desencanto de lo inmediato, por eso nunca juegan al escondite, al contrario, consumen todos los fuegos pero en este no-verano aún encontrarás caminos cercanos.

Un placer que vuelvas :)

Anónimo dijo...

impulsos y miradas eléctricos...